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La gran triunfadora fue, sin lugar a dudas, Carmen Hidalgo, titular del Órgano Interno de Control de la Ciudad de Chihuahua. Con un respaldo de peso como el de Transparencia Mexicana y Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad, logró lo que pocos se atreven: montar un evento de tres días impecable, con sedes múltiples y un cierre de lujo en Casa Chihuahua. La logística fue de antología; ni un solo detalle falló en un encuentro que reunió a los principales referentes nacionales en materia de rendición de cuentas y combate a la corrupción. Hidalgo no solo organizó, sino que demostró que en Chihuahua sí se puede hacer las cosas bien cuando hay voluntad y talento al frente.
Y aunque la ovación general fue para ella, los reflectores se los robaron los enviados de Mexicanos Contra la Corrupción, quienes, con datos duros y sin titubeos, pusieron en el centro de la diana al verdadero titiritero de la corrupción en México: Adán Augusto López. Según sus exposiciones, el exsecretario de Gobernación sigue moviendo los hilos desde las sombras, siendo la mano que realmente mece la cuna del poder actual. Al final, la casa la puso Carmen Hidalgo con una organización de primera, pero las palmas más estruendosas se las llevaron quienes señalaron sin rodeos quién sigue siendo el padre de los vicios que tanto critican. Semana redonda para la transparencia en Chihuahua… y golpe directo al corazón del viejo régimen.
Muy emocionados, sí, muy, estuvieron todos en el Zócalo capitalino durante el festejo del séptimo aniversario de la autoproclamada Cuarta Transformación. Según María Luisa Alcalde, eran 600 mil almas, aunque algunos sospechan que contaron también los puestos de tlayudas, los policías y quizá uno que otro globo aerostático sobrevolando la zona. Pero bueno: cifras alegres para tiempos alegres.
Ahí estaban celebrando lo que —según el guion oficial— es un proceso histórico equiparable a la Independencia de México, la Revolución y la defensa contra los franceses. Casi nada. Faltó que anunciaran que también inventaron el hilo negro y domestican quimeras en Palacio Nacional.
Pero vayamos a lo verdaderamente interesante del festejo: la delegación chihuahuense, que llegó como quien acude a una boda sin saber si saludar al novio, a la novia o quedarse pegado al bar abierto.
Porque sí, muy unidos todos… pero cada quien con su grupito bien marcadito, como si hubiera mesas asignadas por rivalidades.
Mesa 1: Cruz Pérez Cuéllar y su tribu
Ahí estaba Cruz, con su gente, su burbuja, su equipo… todos juntitos, como si temieran que alguien les fuera a robar la cartera política. Sonrientes, estratégicos, calculando likes, porque de algo hay que vivir rumbo a 2027.
Mesa 2: Andrea Chávez, la influencer política
A unos metros —pero emocionalmente a galaxias de distancia— brillaba Andrea Chávez, rodeada de su propio grupo, su propio círculo, su propio algoritmo. Su actitud era la de quien sabe que una buena foto en el Zócalo puede valer más que cien mítines en Chihuahua.
Mesa 3: Juan Carlos Loera… ¿dónde?
Y luego, muy al fondo, allá por donde las luces ya no llegan y el sonido ya se escucha con eco, aparecía el buen Juan Carlos Loera. Invisible. Escondido. Discreto. Algunos juran haberlo visto con un vasito rojo en la mano. Otros dicen que llegó tarde. Otros, que siempre está ahí pero nadie lo voltea a ver. Misterios de la vida pública.
Los tres mosqueteros… pero sin “uno para todos”
Lo más curioso es que estos tres personajes andan empeñadísimos en obtener la candidatura de Morena para la gubernatura en 2027. Empeñados y emocionados, pero igual de unidos que gatos en costal.
Porque lo único que comparten, eso sí, sin duda, sin fisuras, sin pleitos… es la ambición.
Unidad no hubo. Ni habrá.
Simpatía entre ellos, menos.
Pero eso sí: fotos para redes, abrazos a distancia y sonrisas ensayadas para la multitud que celebraba la Transformación como si hubieran reinventado el país cada sexenio.
Así se vivió la fiesta en el Zócalo: un evento de “unidad nacional” donde todos estaban juntos… pero cada quien por su lado.
Y en Chihuahua, mientras tanto, que dé inicio la carrera por la silla del 2027:
tres aspirantes, cero coincidencias y una sola certeza:
la Cuarta Transformación, pero dividida en tercios.
