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En el Congreso de Chihuahua, el conflicto interno de Morena ha escalado a un enfrentamiento directo entre la diputada Rosana Díaz Reyes y el coordinador de la bancada, Cuauhtémoc Estrada Sotelo, revelando fisuras profundas en la disciplina partidista. Díaz, quien ha denunciado cuatro años de violencia política de género en su contra, se declara lista para defenderse ante la Comisión de Honestidad y Justicia del partido, presentando pruebas contra lo que califica como una «maquinaria» orquestada desde el interior de su grupo. El detonante fue su ausencia —junto a la de Edith Palma— durante una votación clave sobre endeudamiento estatal, donde nadie, incluido Estrada, tomó la tribuna para ganar tiempo o exponer un voto razonado, permitiendo que el silencio facilitara la aprobación. Díaz acusa que este «ley del hielo» colectivo, evidenciado en un video viral, no solo la marginó, sino que traicionó los principios de Morena al no defender posiciones críticas, y atribuye un extrañamiento del Comité Estatal a maniobras internas de la bancada.

Este episodio no es aislado, sino un síntoma de las tensiones en Morena Chihuahua, donde lealtades divididas y pugnas por el control podrían debilitar su influencia legislativa en un momento clave para el estado. Mientras Díaz insiste en su lealtad al partido y prepara una estrategia legal para contrarrestar las acusaciones, Estrada se limita a afirmar que está en su derecho de denunciar, sin abordar el fondo del conflicto. Si no se resuelve pronto, esta grieta podría costarle caro a Morena en términos de cohesión y credibilidad pública, recordándonos que en la política, el silencio a menudo habla más fuerte que las palabras, y las batallas internas suelen ser las más dañinas.

Con la solemnidad que solo puede ofrecer un recinto medio vacío, el diputado presidente del Congreso del Estado, Guillermo Patricio Ramírez Gutiérrez, lamentó “profundamente” el fallecimiento del juez de distrito en Ciudad Parral, Omar Felipe García Cano. Tan profundo fue el lamento que retumbó en las curules… vacías.

Y es que la Diputación Permanente decidió honrar la memoria del Poder Judicial con una postal digna de calendario decembrino: asientos desocupados, ecos legislativos y el inconfundible aroma a vacaciones adelantadas. Porque, claro, ¿quién puede pensar en quórum cuando el espíritu navideño ya anda repartiendo maletas y reservaciones de playa?

La escena no solo dejó al descubierto la falta de respeto a la propia Legislatura —esa que juran defender— sino también al Poder Judicial, que recibió condolencias a medias, con voz presente pero cuerpo ausente. Un homenaje express, casi como mensaje de WhatsApp: sentido, pero rápido, que ya urge irse.

Pero no seamos injustos. Después de todo, ya es Navidad. Y en estas fechas tan especiales, los compromisos institucionales pueden esperar. El pueblo, la investidura, la división de poderes… todo puede ponerse en pausa mientras haya posadas, cenas y vuelos por alcanzar.

Así que no hubo quórum, pero sí hubo descanso. No hubo pleno, pero sí espíritu festivo. Y no hubo respeto institucional, pero vaya que hubo ganas de cerrar el año temprano.

Algo está pasando en Chihuahua y no precisamente algo que se pueda presumir en boletines oficiales. Resulta que los homicidios ya no se conforman con colonias olvidadas o calles sin alumbrado: ahora hacen check-in en el exclusivo Distrito 1, ese mismo que parecía blindado por un aura mística llamada Distrito Policial Diana, creado —según el imaginario colectivo— para que los “fifís” durmieran tranquilos y sin sobresaltos.

Pero la realidad, siempre tan grosera, volvió a colarse sin invitación. El más reciente homicidio ocurrió en un estacionamiento de esta zona “intocable”, confirmando que el crimen organizado no solo perdió el miedo, sino que ya se siente con membresía premium.

Lo curioso es que mientras los hechos se acumulan, el discurso oficial parece evaporarse. Todo indica que el comisario Julio Salas podría tomarse unos días de silencio estratégico, no por descanso, sino porque cuando la seguridad se les va de las manos… se les va completa. Con dedos incluidos.

Y es que lo ocurrido ya no parece una falla aislada, sino una demostración de fuerza. Una especie de desfile silencioso donde el mensaje es claro: aquí mandamos nosotros. Porque mientras la corporación policiaca parece desarticulada, parchada y reaccionando tarde, el crimen organizado presume justo lo contrario: estructura, coordinación y puntualidad.

El Distrito Diana, pensado como escudo, terminó siendo escenario. La zona segura dejó de serlo y el mito se cayó como torre de naipes. Hoy queda claro que ni los apellidos, ni los restaurantes caros, ni los estacionamientos privados son garantía de nada.

Así, Chihuahua presencia una nueva evidencia de poder: un crimen organizado más organizado que la policía que debería combatirlo. Y una autoridad que, ante el golpe, tal vez prefiera no dar la cara… al menos hasta que pase el ruido.

Porque cuando la realidad contradice el discurso, lo más cómodo es esconderse detrás del silencio. Y en Chihuahua, ese silencio ya empieza a sonar demasiado fuerte.