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En la mañana de este miércoles, con bombo y platillo, se anunció la demanda contra Cruz Pérez Cuéllar y Rafael Loera, un movimiento que, a primera vista, parece valiente y decidido. Sin embargo, detrás del ruido mediático late una verdad más prosaica: la miopía política de quien orquesta la jugada. No se trata de una cruzada por la justicia impecable, sino de un cálculo cargado de temor. Alejandro Domínguez, el cerebro visible de esta ofensiva judicial, revela con cada paso su pánico ante Marco Bonilla, cuya campaña ha sido, sin duda, la más visible y efectiva en el panorama local y estatal.

Porque, al final del día, el “Cabe” —como lo llaman en los pasillos de la política— no está dando un golpe maestro ni desafiando al establishment con audacia. Lo que demuestra es respeto reverencial hacia Bonilla y una negociación permanente por espacios en la próxima administración. Lejos de romper lanzas, se comporta como un soldado leal del actual alcalde, alineándose sin reservas y confirmando que las campañas que realmente dominan el terreno son las del Alcalde capitalino. Miedo puro o simple pragmatismo: Domínguez prefiere asegurar su lugar en la mesa antes que arriesgarse a quedar fuera del banquete que, todo indica, preparará Marco Bonilla.

Después de la aprobación del incremento al Impuesto Sobre Nómina en el Congreso del Estado, la pregunta no fue cuánto más pagará el sector productivo, sino quiénes no llegaron a la cita. Porque en política, cuando alguien falta, siempre deja más ruido que presencia. Y vaya que esta vez el eco retumbó fuerte.

Mientras el gremio empresarial presionaba, cabildeaba y advertía catástrofes económicas, en el recinto legislativo ocurrió un episodio digno de comedia involuntaria: la ausencia de las diputadas de Morena, Edith Palma y Rosana Díaz, así como de la legisladora del PT, Irlanda Márquez González. Tres curules vacías, tres versiones, ninguna convincente. Una dijo que fue al baño; otra que no sabía; la tercera, que ni cuenta se dio. Ni el mejor guionista de teatro del absurdo habría logrado algo así.

La sesión avanzó, el incremento se aprobó y, como era de esperarse, comenzaron los señalamientos. Desde el PAN no tardaron en colgarse la medalla, como si el ISN hubiera sido una hazaña épica y no una decisión polémica. Los priistas, con el manual de solidaridad política bajo el brazo, dijeron estar con sus compañeras ausentes, aunque nadie explicó exactamente en qué sentido, ni por qué esa “solidaridad” no alcanzó para avisarles que había votación.

Y Morena… bueno, Morena no supo qué hacer. O peor aún, qué decir. En los pasillos se escuchó la frase que resume el momento: “parece que no sabe controlar a sus diputadas”, dirigida directamente a Cuauhtémoc Estrada, coordinador del grupo parlamentario. Una frase dura, pero quizá inevitable cuando la disciplina interna se va por el desagüe… o al baño, según la versión oficial.

Así, el aumento al ISN quedó aprobado, los empresarios molestos, los partidos jugando al vencidas y tres diputadas convertidas en protagonistas involuntarias de una escena que, más que política, parece sketch. Porque al final, lo más caro de esta historia no fue el impuesto, sino el ridículo institucional que alguien tendrá que pagar.

Durante años, el DIF Municipal fue visto como una oficina decorativa, casi protocolaria, un espacio donde tradicionalmente se colocaba a la esposa del alcalde para cumplir con la forma, pero no con el fondo. Esa percepción hoy ya no aplica. No al menos desde que Karina Olivas asumió la presidencia del organismo y decidió que el DIF no podía seguir siendo un adorno institucional, sino una pieza clave para el funcionamiento social del municipio.

Karina entendió algo que a muchos se les pasó por alto durante décadas: la política social no se presume, se ejecuta. Y bajo esa lógica, el DIF dejó de ser asistencialista en el sentido más limitado de la palabra, para convertirse en una instancia activa, presente y combativa frente a los problemas más duros que enfrenta la ciudad. El rescate de niñas y niños en situación de calle dejó de ser un discurso bonito y se transformó en programas concretos, permanentes y, sobre todo, humanos.

No se trata solo de repartir cobijas en invierno —aunque también se hace y se hace bien—, sino de arropar historias completas, de intervenir en contextos familiares rotos, de decirle sí a quien llega buscando ayuda, sin burocracia fría ni miradas de sospecha. Bajo su liderazgo, el DIF ha atacado por todos los frentes, con una visión integral y familiar, pero no esa idea rígida y tradicional que algunos sectores suelen imponer, sino cualquier núcleo que represente cuidado, afecto y posibilidad de salir adelante.

Uno de los proyectos que mejor refleja esta visión es la creación de una casa hogar para niñas vulnerables, una deuda histórica que por fin comienza a saldarse. No es una obra para la foto ni un anuncio vacío, es una apuesta a largo plazo por la protección real de quienes más lo necesitan. A la par, el impulso para fortalecer a las mujeres no se ha quedado en talleres simbólicos, sino en acciones que buscan liderazgo, autonomía y acompañamiento verdadero.

No es casualidad que incluso quienes han pasado antes por la presidencia del DIF reconozcan el trabajo de Karina Olivas. Coinciden en algo que pocas veces se escucha en la política local: el DIF volvió a destacar, volvió a tener fuerza, volvió a ser necesario. Y eso no se logra con discursos, sino con convicción, trabajo y sensibilidad.

Más abajo en la agenda institucional quedará registrado que este año el DIF Municipal cumplió 40 años de existencia. Cuatro décadas de historia que, paradójicamente, hoy cobran mayor relevancia no por el número redondo, sino por el momento que atraviesa la institución. Porque celebrar un aniversario no es mirar al pasado con nostalgia, sino demostrar que se está a la altura del presente.

Y hoy, el DIF no solo está vigente: está vivo, fuerte y con rumbo. Mucho de eso lleva nombre y apellido. Karina Olivas no solo preside el organismo; lo encabeza, lo empuja y lo redefine. Y en tiempos donde la política social suele ser relegada, eso, sin duda, también es liderazgo.