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El alcalde de Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, finalmente decidió recordar que Chihuahua capital también existe. Vaya detalle. Apareció en la ciudad no tanto para celebrar los 316 años de su fundación, sino —faltaba más— para promover su imagen. Porque en política, todo acto público tiene aroma a campaña, aunque lo disfracen de visita institucional o de “felicitación al pueblo capitalino”.

Cruz no da paso sin huarache, y ahora que las encuestas lo ubican arriba de la siempre fotogénica Andrea Chávez, que es su único atributo, parece haber descubierto que el resto del estado también vota. Así que ahí lo tenemos, cruzando no solo municipios, sino también la línea entre lo institucional y lo electoral con la delicadeza de un elefante en cristalería.

Lo curioso es que el edil juarense tardó más en pisar la capital que en pronunciar su primer discurso sobre “unidad y progreso”. Pero como el 2027 ya asoma la nariz y el termómetro político empieza a subir, el alcalde se acordó que en Chihuahua hay casi un millón de votos sueltos. Y claro, la “joya de la corona” brilla demasiado como para no intentar pulirla a su favor.

Mientras tanto, Marco Bonilla, desde la trinchera panista, también anda de gira —incluso por Juárez—, lo que confirma que ambos contendientes ya se mueven más que los camiones urbanos en hora pico. La diferencia es que Bonilla juega en casa con el respaldo institucional, y Cruz viene con la urgencia del que sabe que, si no conquista corazones capitalinos, se quedará varado al norte del Bravo.

Pérez Cuéllar asegura que no está en campaña, que solo “cumple con su deber de acercarse a la gente”. Ajá. La misma frase que repiten todos los políticos cuando todavía no pueden poner espectaculares con su cara.

Al final, su visita dejó un mensaje claro: la contienda por la gubernatura ya empezó, aunque los calendarios digan lo contrario. Y si algo nos enseña la historia política local, es que en Chihuahua, el que llega temprano a la fiesta suele irse desvelado… y con más enemigos que votos.

Parece que en el Municipio de Chihuahua hay cargos tan misteriosos que ni el mismísimo Archivo X podría explicarlos. Uno de ellos es el de “Jefa de Proyectos Especiales” que ostenta Mariana de Lachica, un puesto tan especial que nadie sabe exactamente qué hace… salvo aparecer cuando hay que lanzar dardos mediáticos a los enemigos del régimen municipal.

Y claro, para eso sí hay presupuesto: 80 mil pesos al mes por hacer de francotiradora política de ocasión. Porque mientras pasa el tiempo y se acumulan los meses en nómina, lo único visible de su “proyecto” es el de contestar ataques. Todo un talento para convertir el silencio administrativo en discurso defensivo.

La última joya de la funcionaria fue llamar “despojos de la política” e “ignorantes” —sin decir nombres, pero con la sutileza de una pedrada en vitrina— a los ex tricolores y panistas que ahora coquetean con Morena: Marco Quezada y Miguel Latorre. Ambos, por cierto, más conocidos por su capacidad camaleónica que por su firmeza ideológica.

Pero lo verdaderamente preocupante no son sus adjetivos, sino su utilidad pública. Porque mientras Mariana juega al debate político desde un escritorio con aire acondicionado, su trabajo formal —ese que aparece en la nómina— parece tan invisible como su impacto.

En contraste, uno recuerda al fallecido Paco Letayf, quien sin tanto título ni reflectores, sí le entraba al trabajo de campo, cargaba, jalaba cables y hacía lo que fuera necesario. Y sin ganar ni la mitad. Pero claro, él era de aquí, de Chihuahua, no del sur importado con manual de arrogancia incluido.

Así que, entre “proyectos especiales”, pleitos políticos y cheques puntuales, Mariana de Lachica se ha convertido en símbolo de una nueva especie burocrática: la del funcionario ornamental, útil solo cuando hay que soltar veneno en nombre de alguien más.

En resumen, si alguien encuentra uno de esos famosos “proyectos especiales”, que avise. No vaya a ser que el único sea el de seguir cobrando por decir que trabaja.