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Advertidos estaban y no hicieron caso. Cambió la administración municipal y, como era de esperarse, dejaron a Adriana Díaz en Desarrollo Urbano. Una silla que, según todos los indicios, le quedó enorme. Pero no nos equivoquemos: “grande” es quedarse corto. Lo suyo ha sido una demostración magistral de cómo multiplicar problemas por cientos, mientras ella presume de “actuar en el momento”.
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El clímax del desastre llegó cuando decidió clausurar una escuela privada en San Felipe. ¿La razón? Unos vecinos inconformes, porque ya sabemos que en San Felipe se quejan de todo y de nada a la vez. Pero Adriana no podía quedarse atrás: hay que ser “muy salsa” para clausurar la escuela Lomas del Valle, no dar prórroga, mentirle al alcalde Marco Bonilla y, de paso, dejar un reguero de problemas que difícilmente se solucionarán.
Ahora, todo apunta a que la amiguita incómoda será acomodada en otro sitio, probablemente donde pueda seguir haciendo daño sin tanta exposición mediática. Si hablamos de eficiencia, ingenio o capacidad de gestión… bueno, esos son términos que Adriana Díaz seguramente leerá en algún diccionario, lejos de Desarrollo Urbano.
Al final, lo que queda es la sensación de que, en Palacio de Gobierno, solo esperan que esta silla problemática encuentre un nuevo lugar donde sus movimientos torpes puedan causar el menor desastre posible. Mientras tanto, los ciudadanos solo podemos mirar y aprender una lección invaluable: nunca subestimes la capacidad de alguien para empeorar lo que ya estaba mal.
En la secundaria técnica 3101, la comunidad estudiantil y los padres de familia enfrentan una situación alarmante que pone en evidencia las carencias del sistema educativo y la influencia del poder sobre la justicia. Un estudiante con espectro autista requiere atención especializada que la escuela no puede proporcionar, ya que carece de personal capacitado para atender sus necesidades. Sin embargo, el problema trasciende la falta de recursos: algunas alumnas han denunciado un trato inadecuado por parte de este estudiante, incluyendo comportamientos que califican como hostigamiento sexual. Los maestros, amparados en protecciones legales, se niegan a dar clases en el grupo donde está el joven, lo que agrava la tensión y deja a las estudiantes en una posición vulnerable, mientras el director parece desbordado por la situación.
La gravedad del caso se intensifica por las influencias del padre del estudiante, quien, según los padres de familia, utiliza su posición para evitar que el tema se aborde con seriedad, generando miedo a represalias. Hoy, a las 7:30 de la mañana, los padres se reunirán para discutir este delicado asunto, exigiendo soluciones que garanticen tanto la atención adecuada para el joven como la seguridad y el bienestar de las alumnas. Si no se toman medidas urgentes, este conflicto podría escalar públicamente, exponiendo las fallas de una institución que parece doblegarse ante el poder en lugar de priorizar la justicia y la equidad para su comunidad estudiantil.
Parece que la política local está encontrando un respiro en medio de tantas confrontaciones. Ayer, el alcalde Marco Bonilla y el empresario Eugenio Baeza dieron señales de reconciliación, luego de semanas de declaraciones cruzadas sobre la falta de apoyo del Gobierno del Estado hacia el municipio.
Bonilla, con tono institucional, defendió a la gobernadora al asegurar que sí ha habido respaldo, aunque no pudo evitar admitir que en 2021 recibió una administración estatal en ruinas, con la deuda heredada de Javier Corral, ese quinquenio que muchos ya etiquetan como perdido. Un guiño sincero a la realidad, aunque incómodo para su propio partido.
Lo curioso es que, pese a las tensiones por el caso Mápula, el famoso “Lord Salchicha” terminó reconociendo el trabajo de Bonilla, sobre todo en materia de infraestructura y programas sociales. Una especie de tregua política en la que ambos ganan: el alcalde suma legitimidad ante un sector empresarial fuerte, y Baeza suaviza la narrativa de que el municipio está trabajando en solitario.
Claro está, el camino no es sencillo. Ambos coinciden en que “falta mucho por hacer”, frase que en la política suele ser comodín, pero que en este caso refleja que los avances son visibles, aunque insuficientes.
El contraste es interesante: mientras unos siguen enfrascados en pleitos del pasado, aquí parece haber voluntad de construir puentes. Y si de algo necesita Chihuahua, es justamente de eso: menos pleitos por el crédito de las obras, y más trabajo conjunto para que la ciudad deje de cargar con los fantasmas de las deudas y las promesas incumplidas.
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