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El combate a la inflación en México se está complicando. Los últimos resultados de la encuesta del Banco de México a especialistas en economía volvieron a mostrar un deterioro de las expectativas inflacionarias en todos los plazos, lo cual muestra que la inflación se está arraigando. A consecuencia de ello, el banco central tendrá que arreciar el paso, por lo que será necesario no sólo enfriar la economía, sino mantener una recesión prolongada.

De acuerdo con los resultados de la encuesta, la inflación estimada para el presente año aumentó de 8.48 a 8.54%, mientras que la de 2023 lo hizo de 4.81 a 5.09, y la de 2024 de 3.90 a 3.98%. La inflación estimada para los próximos 1 a 4 años subió de 3.97 a 4.08%, mientras que para los próximos 4 a 8 años aumentó de 2.64 a 3.66%.

Como se recordará, antes del inicio del presente ciclo inflacionario, el crecimiento esperado de los precios para este año estaba en 3.54% y en 3.61% el esperado para 2023. Por su parte, el de los próximos 1 a 4 años estaba en 3.53% y en 3.44% el de los próximos 4 a 8 años.

No está demás señalar que el objetivo del Banco de México es lograr una inflación anual de 3.0%.

Paralelamente, como se recordará, el banco central inició el combate a la inflación en junio del año pasado, cuando se encontraba en 5.9% anual. Hasta hoy, ha llevado a cabo 11 incrementos consecutivos de la tasa de interés de referencia, endureciendo cada vez más su postura monetaria, al iniciar con incrementos de un cuarto de punto porcentual, para luego seguir con aumentos de medio punto y, finalmente, con aumentos de 3 cuartos de punto porcentual. Hasta el cierre de la semana pasada se acumuló un incremento de 5.25 puntos porcentuales, al pasar la tasa de interés de 4.00% anual a 9.25%, en que se encuentra ahora.

¿El resultado? Nulo. Si bien, al parecer, la inflación general ha frenado su crecimiento en 8.70% anual (en agosto y septiembre se mantuvo sobre ese nivel), la inflación subyacente ha seguido subiendo hasta alcanzar 8.28% anual en septiembre. Pero, lo peor es que las expectativas inflacionarias se siguen deteriorando, tal como se señala líneas arriba.

El incremento de las expectativas inflacionarias muestra implícitamente que los especialistas encuestados piensan que el banco central no está haciendo lo suficiente para bajar la inflación. Consideran que los incrementos en la tasa son insuficientes. En otras palabras, no le creen, como tampoco lo hicieron en el pasado, al proyectar permanentemente inflaciones superiores al objetivo.

Hay un problema de credibilidad y el banco siempre ha evitado hablar de ello.

Ante lo complicado de esta situación, es de esperar que el banco siga aumentando la tasa de interés de referencia, tal vez, no al mismo ritmo que últimamente, pero tendrá que elevarla a niveles altos y dejarla allí por mucho tiempo, hasta que la inflación baje y dé señales de converger al objetivo, mismo que se alcanzó en raras ocasiones en el pasado.

Como es de suponer, los efectos de esta política serán claramente contractivos, tanto por lo que se refiere a la demanda interna, como a la demanda externa. Respecto la primera, es de esperar que se inhiba el consumo y la inversión privados a consecuencia del incremento de la tasa de interés real; mientras que en lo que se refiere a la segunda, las exportaciones irán resintiendo poco a poco los efectos de la apreciación real del peso, provocada por el alza de las tasas. Esto, se sumará a la caída en la demanda estadounidense de nuestros productos, dependiendo qué tan fuerte sea la desaceleración económica en ese ese país, misma que dependerá a su vez del nivel que alcancen sus propias tasas de interés y de cuánto tiempo se sostengan en ese nivel.

La fortaleza que aún observan las economías en el mundo e, incluso en México (el PIB creció 4.2% anual en el tercer trimestre), no permiten vislumbrar claramente este posible desenlace, por lo que para muchos es difícil aceptarlo al menos en el corto plazo.

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