Además de ser uno de los sentimientos más estériles que pueden anidar en el ser humano, la venganza es una pésima consejera de cualquier poder público cuando éste tiene que tomar una decisión. No se puede y no se debe gobernar con las vísceras.
Lo negativo de esta conducta lo estamos viendo ahora que el empresario Ricardo Salinas Pliego ha sufrido toda suerte de represalias de la fallida Administración en contra de sus negocios –la principal, expropiarle apenas la concesión del Club de Golf Tangolunda, en Huatulco, Oaxaca–, a consecuencia de un fallo de la Segunda Sala de la SCJN le amparó una condonación a Totalplay, una de sus empresas, de pagar 645 millones de pesos que le debía al SAT.
Y es que por mucho que la ley pudiese darle pie a AMLO para cubrir con el manto de la legalidad su actitud vengativa o, mejor dicho, justamente porque el ordenamiento le ofrecería fácilmente esa posibilidad, estamos ante un descarado abuso del poder.
No menos grave es la utilización de ese poder al seno de la Secretaría de Gobernación –ausente en el campo de la gobernabilidad interior– de una manera que no tiene una justificación objetiva y razonable y de la que, en consecuencia, cabe tener fundadas sospechas de arbitrariedad.
¿Estado de Derecho? No, señor. Nada hay más perturbador para el buen funcionamiento del Estado de Derecho y para la seguridad de los ciudadanos que el que esto ocurra por parte de cualquier poder público, ya sea el Judicial, el Legislativo y, sobre todo el Ejecutivo.
Pero sucede. Y este fenómeno se manifiesta en su máxima potencia y con sus consecuencias más perversas cuando existe la sensación entre los ciudadanos de que dicha actitud vengativa es asumida por el mismísimo ocupante de Palacio Nacional, quien en un sistema presidencialista como es el nuestro, deja de ser percibido como el guardián natural de los derechos y libertades para pasar a convertirse incluso en una amenaza potencial de los mismos según las circunstancias, su estado de ánimo y sus vísceras.
Tal sensación ha estado presente en el ánimo de buena parte de la sociedad en los últimos años. Las fobias y venganzas de Andrés Manuel López Obrador no parecen haber sido ajenas a determinados episodios políticos de nuestro pasado inmediato.
Bilioso, quizá hasta con espuma en los labios
Todos hemos sido testigos –y muchos, víctimas– del coctel explosivo que fabrica la mentalidad vengativa, cuando se mezcla con los intereses impunes del crimen organizado, el saqueo cómplice y los artilugios electorales, para imponer a la peor de su grupito botarate.
Los mensajes ofensivos y repetitivos, emitidos en las matinés de Andrés Manuel López Obrador, quien, a través del uso del miedo, trata de consumar la abstención y la molicie cívica, acaban revirtiéndose contra el emisor, sin importar los orígenes delictivos y la cuantía de lo gastado en el empeño esquizoide.
“¡Muera la inteligencia y viva la muerte!” se mantiene como la principal divisa de “las gentecitas” metidas a políticos con el objetivo de la depredación, “formados” en las aberrantes cavernas de grupos delictivos regionales que constituyen un peligro para el pueblo.
El mayor de todos los riesgos es la visceralidad de AMLO. Vivimos ante una gigantesca confabulación de gente sin grandeza ni méritos que ha tomado el poder y ya ha convertido al país en un cochinero. El rechazo de la ciudadanía a los políticos es consecuencia directa de la dictadura de los mediocres. No lo digo yo, lo dijo el laureado Noam Chomsky.
Y fue visceralmente como volvió a actuar el todavía Presidente de la República para despojar al empresario Ricardo Salinas Pliego del campo de golf que mantenía en concesión en las bahías de Huatulco, todo porque, repito, un día antes la SCJN amparó una condonación a Totalplay, una de sus empresas, de pagar 645 millones de pesos que le debía al SAT.
Bilioso, quizá hasta con espuma en los labios, López Obrador ordenó a su joven “florero” en Gobernación, Luisa María Alcalde, que ipso facto se hiciera acompañar de elementos de la Guardia Nacional y tomaran por la fuerza las instalaciones del campo deportivo concesionado a Salinas Pliego.
El empresario, también concesionario de TV Azteca –en la que el escribidor colabora, vale aclarar– respondió que “hay contratos legalmente firmados y concesiones vigentes que por ley se tienen que respetar para favorecer al Estado de Derecho, si no, imagínense el ejemplo que se daría a nivel internacional para los inversionistas y empresarios cuando claramente Luisa Alcalde utiliza a la Guardia Nacional para despojar a un privado de una concesión válida, legal y vigente solo para cumplir un berrinche y un capricho”, dijo.
Sí. Un capricho. Porque nadie ha demostrado que hubiera algún grupo social, organización cívica o partido político, asociación de residentes, club de servicio… ¡alguien, por Dios!, que hubiera pedido este acto de fuerza que viola el Estado de Derecho.
AMLO carga con muchos resentimientos
Mientras, los cuatroteros aplauden. El gobiernito que usa electoralmente a los pobres se chingó a un rico, les dicen. También escuchan, leen en redes que nadie es mejor que AMLO. Y que por eso Claudia Sheinbaum, si llegara a ocupar la Presidencia, tendrá que ajustarse a sus designios y a su estilo. Porque de no hacerlo, sobrevendrá el caos incontenible, la inflación, la devaluación, la fuga de capitales, la caída de la inversión, el infierno para los menesterosos.
Lo gritan a voz en cuello, aunque ellos, los mediocres, hayan dejado un basurero. El ocaso de los mediocres es el fin de los paniaguados del poder. El infierno de todos tan temido. La pesadilla del ostracismo o la cárcel que los amenaza por igual. Es la dignidad ofendida hecha justicia a lo que temen.
La utilización de la fuerza del Estado contra los adversarios políticos de AMLO –incluso en contra de sus críticos, a quienes enfermizamente él convierte en enemigos– es sencillamente escandalosa.
Echa por tierra todos y cada una de las palabras que vierte en sus matinés electoreras-cómico-musicales en las que presume –pero no asume– el Estado de Derecho.
Tales conductas vengativas de López Obrador son producto de sus no pocos resentimientos. Ya se lo he comentado aquí algunas veces. Que Nietzsche decía que, si un resentido llega al poder, implementará políticas de resentimiento y buscará venganzas.
Mas si llega un político con más cordura, con más tranquilidad, será un político mucho más productivo, prudente, generoso, con mayor capacidad de contener sus propias emociones, más calculador, más exitoso.
Mucho del fracaso de AMLO se localiza en sus sentimientos y emociones, evidentemente distorsionados y que no quiere reconocer, pues está en la difícil y ya muy larga etapa de la negación de su visceralidad que todo mundo –literal– observa y muchos sufren en nuestro país, ¿o no?
Indicios
Cada gobernante cree que tiene la vara de la legitimidad hecha a su medida. En realidad, se guían por las venganzas. Un Presidente ilegítimo a todas luces, como Carlos Salinas de Gortari, creyó haber ganado el paso hacia el Olimpo encarcelando sin razón, motivo ni argumento legal a Joaquín La QuinaHernández Galicia, montando una escenografía sacada de lo más rupestre del cine negro. Fue una venganza…. El traidor al PRI, Ernesto Zedillo, por su parte, creyó que el “paquete de salvamento” de 50 mmd que el padrino Bill Clinton le envió, saltándose al Congreso, para ayudar a las finanzas de la administración del cachanilla del derrumbe de diciembre de 1994, lo iba a legitimar. Desgraciadamente, su mala sombra lo arrojó al basurero por el desmedido afán de convertirse en mandadero de los gabachos… El Presidente idiota Vicente Fox se “legitimó” a base de sandeces. Los mexicanos supimos del “efecto Teflón” por lo que nos enterábamos sobre la manera en que el comediante Ronald Reagansorteaba los impactos y los exámenes de la opinión pública a su ignorancia. Ponía su risita y sus gracejadas de bobo ante la telera y ¡sanseacabó! Pero con el paso de ese sexenio aciago de la parejita del Bajío, nos dimos cuenta con azoro que la gente metabolizaba sus grandes dislates, ocurrencias y graves violaciones a la Constitución y a todas las normas posibles, como aciertos de un ranchero con botas, mucha ignorancia y más cinismo. Era el “efecto Teflón”, de ingrata memoria… El sucesor, Felipe Calderón, se “legitimó” con la peor de las inmundicias: desatando una abominable “guerra contra el narcotráfico” pedida exclusivamente por el embajador de los Estados Unidos, Jeffrey Davidow, a cambio de que las cúpulas estadounidenses le franquearan el paso al poder. El resultado, cien mil muertos y desaparecidos, y el negocio de la amapola en boga… ¿De verdad Elba Esther Gordillo“legitimó” a EPN? No. Enrique Peña Nieto creyó que logró su “legitimación” privando de la libertad a Gordillo. Pero ninguna autoridad pericial, ministerial o judicial pudo fincar un solo cargo penal a la injustamente confinada, a pesar de tener el derecho constitucional de ser merecedora legítima al arraigo domiciliario… Y AMLO tampoco consiguió la venganza plena en los casos de Rosario Robles, también injustamente encarcelada, y de Emilio Lozoya Austin, quien le va ganando a la “autónoma” Fiscalía de Alejandro Gertz, todos y cada uno de los cargos. La vendetta es característica de la mafia política mexicana. * * * Y por hoy es todo. Reconozco que haya leído este Índice Político y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!