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Rusia advirtió hoy a Ucrania que continuar con la guerra “no tiene sentido” y se torna cada vez más peligroso para el gobierno ucraniano si decide no dialogar. A través de su portavoz Dmitri Peskov, el Kremlin dijo que está listo para negociar un arreglo pacífico inmediatamente, y subrayó que el tiempo para decisiones difíciles se está reduciendo.
El mensaje ruso fue contundente: piden a Volodímir Zelenski que tome una “decisión responsable”, ya que la situación militar no les favorece según Moscú. Rusia afirma que ha logrado avances significativos, insinuando que Kiev podría quedar en una posición débil si no acepta negociar. Al mismo tiempo, el ultimátum viene acompañado de una advertencia clara: seguir la guerra podría traer consecuencias graves.
Esta postura muestra que Rusia está ejerciendo presión diplomática, no solo militar. Es un intento de forzar una negociación apelando a las pérdidas acumuladas de Ucrania y a posibles costos crecientes. Moscú parece jugar su carta más diplomática, pero sin soltar la amenaza militar.
Para Ucrania, este ultimátum implica una encrucijada muy seria. Aceptar podría significar perder parte de su territorio o autonomía militar, según lo que se rumora del plan propuesto. Rechazarlo implica seguir una guerra que para Rusia ya no es solo algo geopolítico, sino también estratégico para consolidar su ventaja.
En la comunidad internacional ya se está hablando mucho sobre cómo responder. Algunos países ucranianos y aliados han advertido la posibilidad de que un acuerdo sea malo para Ucrania si las condiciones no son favorables. Otros temen que ceder ahora abra una puerta peligrosa para las ambiciones rusas.
Además, la presión diplomática se intensifica por parte de Estados Unidos. Mientras Rusia da este ultimátum, EE.UU. ha empujado con fuerza su propio plan de paz, y hay quien piensa que podría influir decisivamente en la respuesta de Kiev. El escenario es muy delicado: no es solo una cuestión de guerra, sino de quién impone los términos del futuro posible.
Este ultimátum puede marcar un punto de inflexión: o se avanza hacia una negociación más seria, o la escalada militar puede retomarse con más fuerza. Rusia deja claro que no solo quiere victoria militar, sino también un acuerdo que la legitime diplomáticamente.







