Es cierto. Nada que celebrar. Petróleos Mexicanos agoniza en manos de Andrés Manuel López Obrador y de la llamada Cuarta Transformación. La producción de crudo ha decaído a sólo un millón 600 mil barriles en 2023, cuando en 2018 se extraían 200 mil barriles más. En cuanto a la producción de gas, dependemos cada vez más de las importaciones. Y en cuanto a la refinación “para no depender del extranjero” la caída ha sido monumental.
La “empresa productiva del Estado” –no se ría—está endeudada hasta las manitas de su director general el agrónomo Octavio Romero Oropeza, su compañera de vida y los hijos de ambos. Ha perdido casi 876 mil millones de pesos, mientras que en el rubro de refinación sus números rojos suman casi 876 mil millones de pérdidas.
Su deuda con organismos financieros de México y de todo el mundo asciende a más de 106 mil millones de dólares. Y a los proveedores les debe casi 300 mil millones de pesos.
La 4T ha convertido a Pemex en un barril sin fondo al que nosotros los pagaimpuestos hemos inyectado cientos de miles de millones de pesos en los últimos cinco años sólo para prolongar su agonía.
De la corrupción que campea con los cuatroteros ya hemos hablado mucho. Y lo seguiremos haciendo.
La situación es muy diferente a aquellos tiempos en los que los “neoliberales” conducían a la entonces paraestatal. Fue en 2004 cuando Pemex alcanzó por última vez su máxima productividad, merced a la égida de Raúl Muñoz Leos, a quien los headhunters le pidieron que se jubilara –tras una exitosa carrera de décadas que lo condujo hasta la dirección general– de DuPont México para ir a encabezar a la entonces paraestatal.
El trabajo fue intenso, luego de que varios años antes otro de quienes fueron directores de Pemex, Adrián Lajous Vargas (de 1994 a 1999), en uno de sus frecuentes arranques no sólo partiera a la dependencia en cachitos –lo que duplicaba y hasta triplicaba funciones y empleados–, sino además despidiera a toooodos los ingenieros que laboraban en ella, sólo porque en alguna mesa escuchó que alguien se mofaba de él porque su título académico no era de esa profesión.
¡Y a partir de entonces, todo en Pemex se fue al carajo!
Porque no hay felicidad completa para nuestro desdichado país. A Muñoz Leos se le atravesó en el camino Francisco Gil Díaz, “vicepresidente” de Vicente Fox en el ramo hacendario. Quería el cargo para sus familiares y negocios para sus descendientes.
Gil presionaba y presionaba exigiendo que la petrolera contribuyera todavía más al erario público, cuando la SHCP ya se llevaba prácticamente todas las ganancias. Con falacias, inició también una guerra mediática en contra de la familia del entonces director general… y consiguió su objetivo.
Tras de que colocara en el máximo puesto a su hombre de paja, Luis Ramírez Corzo, y luego del triste paso del recientemente fallecido Jesús Reyes Heroles González Garza –nunca segundas partes fueron buenas–, finalmente en diciembre de 2009 llegó a la dirección general de Pemex el sobrino más querido del mazatleco criado en San Miguel de Allende Gil Díaz: Juan José Suárez Coppel.
También llovieron los contratos para el hijo y sobrino del ex titular de la SHCP, Gonzalo Gil White –prófugo de la justicia por un fraude financiero en la empresa Oro Negro– y José Antonio Cañedo White.
Pemex nos debe $50 mmd anuales
“De haber continuado las acciones y los logros que obtuvimos en Pemex en 2004 –dijo Muñoz Leos en un reciente homenaje por su destacada trayectoria que le rindieron sus pares del Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos– y que quedaron en la empresa…
“… si hoy pudieran retomarse…
“… en sólo dos rubros hoy tendríamos de producción de crudo 3.4 millones de barriles diarios…
“… y se operarían las refinerías al 90% de su capacidad.
“Se obtendrían alrededor de 50 mil millones de dólares anuales de ingresos.
“Esta es la cantidad que nos deben a los accionistas de Pemex, esto es, a los ciudadanos de México”.
Y esa, lamentablemente, es una deuda que la llamada Cuarta Transformación está lejos, muy lejos de pagarnos, porque hoy Pemex está tan endeudada y es tan ineficaz que somos los contribuyentes quienes tenemos que mantener –no suelte la carcajada– a la “empresa productiva del Estado”.
Y, por si fuera poco, además, está de por medio la creciente corrupción que la falaz Administración de Andrés Manuel López Obrador ha prohijado y cobijado.
Catástrofe económica de gran magnitud
Distraída la mayoría con una sucesión presidencial muy cantada, las ratas, los ratones y rateros actúan a sus anchas.
En Pemex, para no variar. Al fin y al cabo, sacar (sic) petróleo no requiere mayor ciencia, como dijo palabras más, palabras menos, en alguna ocasión el ignaro y simplón AMLO. Es hacer un hoyo, ¡y ya!
Y en con ese simplismo también minimiza y pretende engañar.
Los impostores se nutren del encono y se confabulan para frenar la evolución social, para someternos. Los fascistas en el mando se burlan de los compromisos a cielo abierto con los más pobres, de la defensa del patrimonio originario. En ningún país moderno pasa esto. Hemos sido llevados al límite de la ruindad.
En búsqueda de los culpables, ya pueden irse hurgando otros pretextos para cubrir los fracasos de las empresas energéticas, hasta hace muy poco nacionales, no se le debía haber encargado la jefatura de ese sector a un sujeto, Romero Oropeza, que no pudo echar a andar un abarrote refresquero en Villahermosa.
Se trata de la mayor industria del país, que ahora ya está en la bancarrota esperada, con un déficit financiero de billones de pesos, y una capacidad succionadora infame de todos los presupuestos de los programas productivos del campo y de la ciudad, esperando abalanzarse sobre las reservas monetarias.
No hay desastre sanitario, no hay emergencia nacional no declarada que alcance para justificar una catástrofe económica de esa magnitud, menos los trastupijes distractores para no darnos cuenta de lo que en realidad está pasando fuera de cuadro.
Que Pemex agoniza.
Y que se le inyectan recursos de los contribuyentes sólo para prolongar su agonía.
Indicios
De ganar Claudia Sheinbaum la Presidencia de la República, continuarán las pérdidas de la petrolera. El fin de semana se comprometió a rescatar el sistema de refinación del país y la petroquímica. Aseguró que para darle continuidad a esta tarea no escatimará en gastos. Dinero, claro, que no es de ella y del que ya está disponiendo. Es dinero de quienes pagamos impuestos y recibimos nada a cambio. * * * Xóchitl Gálvez, en cambio, apuesta por las energías limpias. * * * Y por hoy es todo. Reconozco, como siempre, que haya leído este Índice Político. Y le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!