La ofensiva israelí contra Hezbolá en Líbano ha provocado un nuevo intento por parte de algunos destacados políticos libaneses de llenar un vacío presidencial de dos años, un esfuerzo por reactivar el paralizado Estado mientras se enfrenta a una escalada del conflicto.
Líbano no ha tenido presidente ni un gabinete con plenos poderes desde octubre de 2022 debido a una lucha de poder en la que Hezbolá ha desempeñado un papel importante. Junto con sus aliados, el grupo musulmán chií, fuertemente armado, ha insistido en que el puesto, reservado a un cristiano maronita, recaiga en su aliado cristiano, Suleiman Frangieh.
Con Hezbolá tambaleándose tras el asesinato de su líder Sayyed Hasán Nasralá, la presidencia volvió a ser el centro de atención esta semana cuando el presidente del Parlamento chií, Nabih Berri, un aliado clave de Hezbolá, se mostró flexible al respecto y dijo al primer ministro Najib Mikati que apoyaba la elección de un presidente que no representara «un reto» para nadie.
Un funcionario de Hezbolá dijo que el grupo había delegado a Berri para negociar en su nombre sobre el cargo presidencial.
La presidencia se decide por votación en el Parlamento libanés, de 128 escaños. Ninguna alianza política tiene suficientes escaños para imponer su elección, por lo que es necesario un entendimiento entre los bloques rivales para garantizar la elección de un candidato.
Tras reunirse el miércoles con Berri y el líder druso Walid Jumblatt, Mikati -musulmán suní- leyó una declaración conjunta en la que pedía la elección de un «presidente de consenso que tranquilice a todos y disipe sus preocupaciones».
La declaración no mencionó a ningún candidato.
Wael Abu Faour, alto legislador de la facción de Jumblatt, dijo que la elección de un presidente de consenso enviaría «un mensaje al mundo de que hay un Gobierno fuerte en el país dispuesto a negociar» un alto el fuego.
Afirmó que la reunión de los tres líderes no representaba la formación de una nueva alianza y que las facciones, incluidos los partidos cristianos, estaban participando en las conversaciones sobre la presidencia.
El partido Fuerzas Libanesas, una importante facción cristiana y feroz oponente de Hezbolá, pidió el lunes la elección de un presidente, afirmando que era la única forma de que «el Estado asumiera sus responsabilidades por sí mismo», una crítica implícita a Hezbolá por su posesión de un enorme arsenal de armas.
El último presidente libanés, Michel Aoun, fue comandante del ejército y aliado político de Hezbolá.
Rusia achaca a Israel la responsabilidad total de las consecuencias dramáticas que podría provocar en la región el asesinato de Nasralá.
Un alto diplomático occidental que no quiso ser citado dijo que los países occidentales y árabes habían estado instando a los políticos libaneses a que eligieran un presidente, y añadió que a Hezbolá también le interesaba que se resolviera el enigma político para que el Estado pudiera adquirir más «peso» de la crisis de Israel.
Abu Faour dijo que los tres líderes también hablaron de evitar la tensión internas en Líbano como consecuencia del desplazamiento de cientos de miles de personas de las zonas controladas por Hezbolá a otras partes del país.