PABLO HIRIART PAUSA.MX

Hoy por la tarde se dará a conocer que Claudia Sheinbaum Pardo será la candidata presidencial de Morena, porque así lo decidió López Obrador.

Su triunfo en las encuestas, que será real, se debe a la profunda inequidad de la contienda.

Todo lo que el obradorismo denunció por décadas como abuso de poder y delincuencia electoral, se lo aplicaron a Ebrard para cerrarle el paso.

Aunque algunos se pregunten ¿qué hará Marcelo?, como si fuera un asunto crucial, la verdad es que importa muy poco, o sólo es relevante para su círculo cercano.

Jugó a la democracia entre vasallos que obedecen a la voluntad de un solo hombre.

Creyó hasta el último momento en López Obrador.

Se equivocó otra vez.

Durante el sexenio fue un funcionario imprescindible. El único que tenía capacidad para asistir a los foros internacionales que le corresponden al Presidente, quien rehusaba ir por su incapacidad para relacionarse de igual a igual con sus pares.

Sólo Ebrard podía comprar medicinas y vacunas contra el covid en el exterior. Solucionar problemas comerciales. Entenderse con Trump. Comprar pipas para transporte de gasolina.

Hoy le dirán que muchas gracias por participar, pero “el pueblo optó por Sheinbaum”.

Su sacrificio se había fraguado desde antes de la competencia, con el marcado favoritismo del Presidente por la entonces jefa de Gobierno.

Luego vino la cargada y el derroche de recursos públicos, las horas-hombre de empleados del gobierno que llevaban hasta los hogares de los beneficiados la consigna de que la candidata del Presidente es Claudia, el acarreo, las encuestas a escondidas, marginación de representantes y todo lo que ha denunciado el equipo del excanciller.

La pregunta para Ebrard es: ¿y qué esperaba?

¿De veras pensó que estaba compitiendo con demócratas?

Uno de sus grandes amigos –y de su exjefe Manuel Camacho Solís–, Enrique Márquez, escribió el sábado en El Universal un artículo que presagia lo que va a ocurrir hoy.

Y lo que va a ocurrir hoy es que Marcelo Ebrard será sacrificado en el altar del dios de Morena.

Recuerda Enrique Márquez que Marcelo declinó en el año 2000 (hace 23 años) a su candidatura a jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, por el Partido del Centro Democrático, para agregarle a López Obrador 4 por ciento de la votación.

De esa manera, con el repliegue de Ebrard, López Obrador pudo vencer por una nariz al candidato del PAN, Santiago Creel Miranda.

En 2011, agrega Enrique Márquez, sucedió la misma historia. “Cuando se dieron a conocer los resultados de la encuesta del PRD para designar candidato, Jesús Zambrano, presidente del partido, que tanto impulsaría la opción de Marcelo Ebrard frente a la de López Obrador que venía de la irremontable y traumática derrota de 2006″, hizo el siguiente relato:

“Al conocer los resultados de las cinco preguntas que se hicieron en cada una de las encuestas, Ebrard despertaba mayores simpatías y tenía más probabilidades de crecimiento, por lo que una de las lecturas que podían hacerse era la de un empate técnico entre ambos”.

Marcelo le dijo a López Obrador, de acuerdo con lo narrado por el entonces presidente del partido que decidía candidato presidencial entre Ebrard y AMLO:

“Andrés: mira, en realidad, cualitativamente, las encuestas nos dan un empate en el mejor de los casos, aunque yo tengo mejores condiciones para hacer una campaña hacia afuera. ¿Por qué no nos damos dos meses y medio más de precampaña y en enero o febrero hacemos una nueva encuesta?”.

Cuenta Márquez, basado en el testimonio de Jesús Zambrano: “Andrés Manuel, más acerado, incontenible y violento que una daga alemana, replicó: ‘Marcelo, yo te gané y yo voy a ser el candidato. (Y) si no es por el PRD, yo seré el candidato’”.

Es difícil dar por muerto a un político. Uno suele equivocarse. Pero lo que haga o deje de hacer Marcelo a partir de hoy es irrelevante.

Si llegara a ser candidato por Movimiento Ciudadano u otra franquicia, no le quitaría votos a Morena sino a la oposición.

El mejor jefe de Gobierno que ha tenido la capital, el cuadro político más preparado y que jamás ha hablado mal de un exjefe suyo, cometió la ingenuidad de atar su destino al líder de una secta.

Se abrazó a un fanático que lo sacrificó por tercera ocasión.

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