La Organización de las Naciones Unidas decidió reducir un 25 % su fuerza de mantenimiento de paz en zonas conflictivas, lo que significa que entre 13,000 y 14,000 efectivos dejarán sus misiones. Esta decisión surge porque EE. UU., siendo el donador más grande, reducirá su aporte económico de mil millones de dólares a 680 millones.
Los recortes afectarán misiones activas en lugares como Congo, Sudán del Sur, Líbano y Somalia, donde la presencia de la ONU juega un papel crítico. Al mismo tiempo, más de 60 oficinas de la ONU enfrentarán despidos del 20 % de su personal.
El secretario general de la ONU, António Guterres, defendió que mantener estas misiones es una herramienta rentable para prevenir crisis mayores, aunque reconoció que los cortes limitarán la capacidad operativa en terreno.
Países como China han prometido seguir cumpliendo sus contribuciones financieras completas, lo que podría mitigar, en parte, el impacto del recorte estadounidense.
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Analistas advierten que estas disminuciones podrían empeorar situaciones de inseguridad, retrasar ayuda humanitaria y dejar zonas vulnerables sin supervisión ni protección internacional.
La decisión política de EE. UU. refleja su política “America First”, priorizando presupuestos internos y cuestionando la eficiencia de organismos internacionales.
Organizaciones humanitarias ya expresan preocupación porque la reducción de personal podría colapsar servicios clave para refugiados, desplazados y población afectada por conflictos.
Países pequeños y en desarrollo suelen depender de apoyo multilateral; con menos presencia de la ONU en campo, podrían aumentar los vacíos de seguridad y gobernabilidad.
Aun con críticas, la ONU asegura que las misiones que queden serán reorientadas para operar con menos recursos pero con mayor enfoque estratégico.
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