Bien dice la actriz inglesa Olivia Colman, quien interpretara a la reina Isabel en la serie The Crown, que la monarca era la máxima feminista: «Era el soporte de la familia, era la que aparecía en nuestras monedas y billetes y, además, el príncipe Felipe tenía que caminar detrás de ella». De que fue un ejemplo para muchas mujeres del mundo, sin duda lo fue por su inquebrantable carácter, por su disciplina y por su enorme capacidad de trabajo. Lo fue también porque nunca claudicó y porque aún en situaciones de conflicto y de altísimo compromiso con autoridades, siempre manifestó su sentido del deber con sus súbditos.
Esto se pudo constatar con la respuesta de respeto, admiración y agradecimiento del pueblo inglés durante sus exequias. No era requisito ser monárquica para conmoverse sinceramente durante la espléndida trasmisión de la ceremonia luctuosa. Qué organización tan meticulosa la que pudimos seguir paso a paso, frente a nuestros televisores, a partir de las cinco de la mañana -hora de México. Todos los canales a esa hora transmitían el funeral de Estado, las imágenes eran abrumadoras y la ceremonia se conducía con una exactitud milimétrica, nadie se equivocaba ni tartamudeaba, ni tenía un timbre de voz desagradable: los coros de niños (¿por qué no había niñas?), la participación de los altos jerarcas de la iglesia anglicana (Church of England), incluyendo las palabras conmovedoras del arzobispo de Canterbury; la entrada de los 500 invitados especiales, de todo el mundo, a la abadía de Westminster, el cortejo formado por la familia real al Castillo de Windsor, los jóvenes portadores del féretro de la reina, la Guardia de la Casa Real, la Marina, la Real Fuerza Aérea, los Granaderos de la Monarca, los Lords de la Cámara Alta, el Yeoman de la Guardia y los hombres de la familia Windsor, acompañaron a la reina en su último viaje desde el Castillo de Balmoral, en Escocia, hasta Edimburgo, la capital; luego ya en Inglaterra, desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster Hall y de allí hasta la capilla de San Jorge, santo patrono de Inglaterra, en el Castillo de Windsor. ¡Cuánta historia, cuántas tradiciones y cuántos pequeños y grandes detalles que conforman una ceremonia única, que se ha dado muy pocas veces desde la muerte de Jorge II en 1760! ¡Qué conmovedor resultó el momento en que tocó un lamento, titulado Duerme, querida, duerme, el gaitero Paul Burns a la reina, por última vez, en la Capilla de San Jorge! El suboficial Burns, vestido con su kilt y su bolsa sporran, tocaba todos los días, debajo de su ventana, para Isabel II, justo a las 9:00 am, ya sea en el Castillo de Windsor, en el Palacio de Buckingham o en Balmoral. ¡Cómo la van a extrañar su gaitero personal, sus dos perros consentidos corgi: Muick y Sandy, y su gran poni negro Emma, que todavía montaba la reina Isabel! Así como la también jefa de Estado contaba con su gaitero oficial, tenía asimismo un responsable de sus colmenas, John Chapple, una de cuyas obligaciones es el informar a las abejas que pertenecen a la monarquía del fallecimiento de la reina. «El ama ha muerto. Pero no te vayas. Tu amo será un buen amo para ti». Ellas también la van a extrañar.
Hace varios meses, tuve el honor de entrevistar para un programa de televisión al embajador del Reino Unido, Jon Benjamin, con motivo del Jubileo de Platino de la Reina Isabel. Nos recibió en la residencia de la embajada con un delicioso té y bocadillos. Entre las 11 preguntas que le hice, la última era: «¿Cómo ha influenciado el estilo de la reina de gobernar en un mundo de jefes de Estado masculinos?». Su respuesta fue en total apoyo al papel de la mujer en la política. Me gustó que el embajador Benjamin fuera tan feminista. Sin embargo no me sorprendió puesto que había gobernado su país a lo largo de 70 años. Creo que a partir de esa entrevista, me volví muy isabelina, no necesariamente monárquica. Quién me iba a decir que muy poco tiempo después regresaría a la residencia, para firmar el libro de condolencias por la muerte de la reina Isabel II.
Te puede interesar: Andrés, el INE no es responsable de tus fracasos
En este mundo tan complejo, duele la pérdida de una figura central de la geopolítica, que contribuía con su serenidad y sabiduría a mantener una cierta armonía a pesar de todos los pesares, ella sabía cómo poner de acuerdo a todo el mundo. ¿Qué le deparará a su país y a Europa, el rey Charles III?
NOTICIAS CHIHUAHUA