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Ya es muy difundida la percepción de que el gobierno mexicano se prepara para establecer un Maximato; es necesario apuntar diferencias, matices. Lo que se puede venir encima de quien suceda a Andrés Manuel López Obrador en lo formal, puede ser más Tomás Garrido Canabal que Plutarco Elías Calles.

El sonorense fue señor de vidas y haciendas, pero empujaba un proyecto de gobierno, tuvo una idea muy clara de nación, patria, futuro, lo que hoy no se ve por ningún lado. Sólo se percibe resentimiento, empeño en dividir y confrontar, en la idea de que todo, absolutamente todo lo que tenga que ver con poder político, debe ser sancionado por este caudillo tropical.

El actual presidente mexicano tiene una ventaja sobre todos sus antecesores. Posee halo, su actitud y comportamiento producen embrujo, seducción, y así mantiene bajo la férula de sus decisiones a tirios y troyanos, a pobres y ricos, a cultos e ignorantes, a toda esa pléyade que deja de respirar si así se los comanda el tlatoani tabasqueño.

Encarna más la nebulosidad de Morgoth que la de Sauron. De ese tamaño son su personalidad, su fuerza, su poder. Con toda certeza también posee la habilidad suficiente para mantenernos en el engaño que emerge de su voz. Los otros datos no son comprobables ni necesitan serlo, cobran vigencia porque él lo dice así, y así es como debe ser, pregunten si no a esa cauda de gobernados que conforman el México bueno y sabio. “El presidente lo dice, debe ser verdad”.

Es ahora, a estas alturas y cuando afirman que se inicia la carrera cuesta abajo de su administración, aparece un rasgo de su comportamiento que no quisimos ver, pero que allí estaba y permanece en él, lo alimenta desde que decidió convertirse en presidente de la República: “Pero pronto sabrá que un odio que sabe callar es aún más peligroso que el más furibundo de los discursos, y que quien ha ofendido mortalmente una vez… se ha puesto él mismo la Muerte en la nuca”, anotó Stefan Zweig en María Estuardo.

El desenlace no llegará con la toma de posesión de quien suceda en el cargo a Andrés Manuel López Obrador, sino meses o años después, cuando el nuevo Tomás Garrido Canabal deje de ser el señor del gran poder.

Por AL PE

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