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Asegura Donald Trump que los migrantes provenientes de su frontera sur -es incapaz de distinguir origen y destino-, sean legales o ilegales, son un peligro para su nación, son basura; los ve de idéntica manera a como vio a Jean Carroll. Ella le puede costar más de 80 millones de dólares. Los expulsados de su nación de origen, pueden constituirse en la palanca que le dé, otra vez, la presidencia de Estados Unidos.

Desconozco qué motiva la empatía y lo emotivo de los electores de esa nación, por una persona que se ufana de disponer del poder económico para lograr un poder político que le permitiría transformar al mundo, de acuerdo a su real saber y entender, sin chinos ni rusos y, claro, sin mexicanos. Menos me explico que los votantes de origen hispano, o latino, o chicanos, piensen que es su mejor opción.

Esa actitud demuestra que la economía de esa nación está en problemas de crecimiento, y los futuros desempleados están conscientes que los ilegales llegan a sustituirlo por un salario ridículo, que hace inexplicable el creciente monto de las remesas enviadas a sus familiares en México y otras naciones al sur del río Bravo.

Lo anterior obliga a considerar la posibilidad de que tanto en Estados Unidos, como ya en México, el narcotráfico se ha posicionado como un poder fáctico, e interviene en las políticas públicas de esa nación que son de su interés, como ocurrió con el intento de toma del Congreso, para descarrilar el triunfo electoral de Biden.

Los hechos nos ofrecen la auténtica dimensión del talante de Donald Trump, propietario de bienes raíces en Manhattan, dueño de Mar-A-Lago y escamoteador de documentos secretos del gobierno que presidió, por considerar que él, el señor Trump, es el único que puede conocerlos y, por qué no, traficarlos para obtener el beneficio de la impunidad. Así es como dobló a la Corte Suprema de Estados Unidos. Los delitos por él cometidos carecen de importancia, puede ser elegido, otra vez, presidente de Estados Unidos.

Puede ser Midas, o Creso, o el hombre madurito más apuesto del mundo, y sólo será lo que en realidad es y no puede cambiar, porque está en su naturaleza ser: White Trash.

Por AL PE

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