JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

 

GENERAL HIGINIO AGUILAR, UNA LEYENDA NEGRA, MERCENARIO, ASESINO Y CORRUPTO; UN HOMBRE EN GUERRA PERMANENTE. PROTEGIDO DE PORFIRIO DÍAZ.

 

Por: José Luis Jaramillo Vela

 

Antes de entrar en materia

Al hablar del General Higinio Aguilar, nos remitimos a uno de los personajes más sórdidos, corruptos y desleales que hayan portado el uniforme del Ejército Mexicano; así como escribí la historia del General Sóstenes Rocha, a quien los historiadores y los expertos militares consideran el más grande militar que ha dado México, también se hace necesario indagar y escribir sobre este nefasto militar, cuya mancha que dejó en la historia es muy difícil de borrar, aún y cuando la historia oficial ha sido demasiado benévola con él, al esconder sus miserables acciones, y destacar solo su época aceptable como militar.

 

Sus orígenes

Higinio Aguilar Camarillo nació el 29 de noviembre de 1835 en el pueblo de Xochitlán de Todos los Santos, en el Municipio de Tecamachalco, Puebla, sus padres, Vicente Aguilar y Cayetana Camarillo eran campesinos que laboraban en las haciendas de la región, eran pobres y pasaban penurias económicas, por lo que Higinio desde niño, fue llevado a realizar las labores del campo, para poder con los gastos familiares.

Por ese motivo, Higinio prácticamente no tuvo educación, ni siquiera concluyó la primaria, tal vez llegó hasta segundo o tercer grado; apenas si aprendió a medio leer y escribir y las operaciones más básicas de aritmética, una educación muy pobre, que se vió reflejada a lo largo de la vida de Higinio, quien además de ignorante e inculto, era un tipo muy necio y obstinado.

Debido a la estrechez económica que padeció desde niño, aunada a su estrechez mental, Higinio creció con la idea de hacerse de dinero y no se ruborizaba si este era bien o mal habido, siendo dinero; aunque siempre trabajó en el campo, también tenía su espíritu político y aventurero, además de que era bastante aguerrido y de maneras muy burdas y toscas para relacionarse con las personas, por lo que debido a su ignorancia, falta de cultura y sus “atributos personales”, no le quedó más remedio que irse a la “bola” “a ver qué pepenaba”.

A las filas liberales y de ahí a la milicia

Como cualquier ciudadano, Higinio Aguilar también tenía su corazoncito que latía por la política, en 1861 se afilia al Partido Liberal con la idea de que en la política mejoraría su situación económica; pronto se dio cuenta de que su falta de estudios y su incultura le limitaban los espacios políticos y le cerraban las puertas hacia mejores oportunidades; en esa época y por cosas del destino, en el Partido Liberal conoce al entonces Coronel Porfirio Díaz, un militar de carrera, egresado del Colegio Militar y ya con una amplia y reconocida trayectoria en diferentes batallas.

La personalidad de Porfirio Díaz imponía un respeto y se percibía que el hombre sabía mandar y eso le gustó a Higinio, por su parte, al Coronel Díaz le agradó la disposición de Higinio para colaborar en lo que fuese necesario y Porfirio lo invita a unirse a la milicia, Aguilar acepta y se une a las tropas de Porfirio Díaz, quien lo adoptó como uno de sus asistentes.

Al lado de Porfirio Díaz, Higinio Aguilar aprendió mucho sobre la milicia y estrategia militar y sobre cómo pelear y ganar batallas; se ganó toda la confianza de Díaz, llegando Higinio al grado de imitar las poses, el bigote y alguno que otro gesto de Díaz; pero lo que nunca le aprendió, fueron las formas políticas, diplomáticas y la manera de conducirse ante las personas, ni el gusto por lo refinado y la cultura que Díaz siempre mostró; es decir, Higinio Aguilar nunca tuvo un afán de superarse en lo personal para sobresalir.

 

Tres veces le salvó la vida a Porfirio Díaz, con sus respectivos ascensos

Quizá el único sentido de lealtad que tuvo Higinio Aguilar en su vida, fue hacia Porfirio Díaz, aunque no era una eminencia como militar, si destacaba su bravura natural y la organización, control y mando de sus tropas, todo esto, desde luego aprendido de Porfirio, al lado de quien peleó en la Guerra de Reforma, en la Segunda Intervención Francesa y contra el Segundo Imperio Mexicano de Maximiliano, en muchas batallas, destacando la Batalla de la Carbonera, la Batalla de Miahuatlán y la Toma de Puebla.

En estas tres batallas, Higinio Aguilar se hizo de renombre al arriesgar su vida para salvar a Porfirio Díaz de perder su vida; para la toma de Puebla en 1867, Porfirio Díaz decide poner a Higinio Aguilar al lado de los Generales Mariano Escobedo y Ramón Corona pero estos lo rechazaron por considerarlo un “bruto e incompetente”, además no era General todavía, había sido ascendido a Teniente y luego a Capitán Segundo por haber salvado la vida de Díaz, por lo que no lo consideraban a la par de ellos y lo rechazaron.

La Ciudad de Puebla estaba tomada por las tropas francesas y austríacas del General Henri Testard y los Generales mexicanos traidores a la Patria Carlos Oronoz, Manuel María Noriega y Leonardo Márquez “El Carnicero de Tacubaya”; el General Porfirio Díaz tenía cubiertos todos los flancos para tomar y recuperar la ciudad y se había quedado en una loma solo con su Estado Mayor; el General Leonardo Márquez se da cuenta de eso y finge emprender la huida con un pelotón de soldados, Díaz le ordena al ya Capitán Segundo Higinio Aguilar ir en persecución de Márquez, pero Aguilar intuye la maniobra de Márquez y permanece oculto con su tropa.

La jugada de Márquez era fingir la huida para hacer un rodeo y sorprender por la retaguardia al General Díaz, aprovechando que estaba solo con unos cuantos hombres más; cuando el Capitán Segundo Higinio Aguilar ve la columna de polvo de Márquez y su tropa, antes de que sorprendan a Díaz, les sale al paso, ante su sorpresa, y tras un breve zipizape, caen las tropas de Márquez, esta fue la tercera ocasión que Aguilar le salva la vida a Porfirio Díaz, esto le valió su ascenso a Capitán Primero, quedando demostrada su absoluta lealtad a Díaz. La Ciudad de Puebla fue recuperada.

 

Las malas mañas de Higinio Aguilar, es repudiado por los demás generales

Es verdad que en las guerras, en las revoluciones y en los conflictos armados, muchas veces se cometen actos de rapiña, en el caso de Higinio Aguilar esa era su motivación al unirse a la milicia, el buscar la manera de hacerse de bienes a costa de las consecuencias de las batallas, al quedar mucha gente a merced del pillaje y la rapiña; en la guerra se ve eso y cosas peores, pero es parte inevitable de le guerra e Higinio Aguilar, como muchos otros de la tropa, se alistaron con ese fin, “a ver que pepenaban”.

Muy pronto se dio a conocer Higinio Aguilar por sus malas mañas, era de todos conocido que se dedicaba a la rapiña y al saqueo después de las batallas y se hacía con dinero, joyas o lo que fuera de su agrado, cosa que no hacían los oficiales, o al menos no de esa forma tan descarada y carroñera, y si lo hacían, seguramente tendrían su modo de ocultarlo. Para el Capitán Primero Higinio Aguilar ya las batallas no eran para defender a un gobierno, o al país o alguna postura política, no, para Higinio las batallas ya eran un modus vivendi, era la forma en que él se hacía de bienes.

Otro aspecto de su personalidad oscura que floreció, fue su gusto por matar gente durante y después de las batallas, por lo general para robarles pertenencias a personas débiles e inocentes, que se vieron atrapadas en los entresijos y en las garras de las guerras; sin embargo, Higinio siempre gozó de la protección y de la alta estima de Porfirio Díaz, quien no prestaba atención a las quejas sobre el comportamiento de Higinio.

Como cereza del pastel, y para coronar su vergonzoso comportamiento, el Capitán Primero Higinio Aguilar tenía serios problemas con la bebida, originando cantidad de escándalos cuando estaba ebrio y como Dios los hace y ellos se juntan, comenzó a relacionarse con otros oficiales más o menos de su misma calaña, como Victoriano Huerta, Gaudencio de la Llave, y Trinidad Ruiz, todos ellos no muy bien vistos dentro de las filas del Ejército.

 

Porfirio Díaz presidente, Higinio Aguilar desea ser General de División pero no tiene méritos

En 1876, Porfirio Díaz se convierte en Presidente de México y el Capitán Higinio Aguilar pensó que con su amigo de Presidente, ya tenía ganado el grado de General de División, pero se topó con pared, Porfirio siempre lo protegió y le ayudó, pero las cosas habían cambiado mucho, además el brinco de Capitán a General de División era tan grande, que necesitaba un puente construido a base de muchos méritos.

Lo que sucedió fue que al asumir Porfirio Díaz la Presidencia, México entró en un período de estabilidad, prácticamente se acabaron las guerras, las batallas, los levantamientos y los conflictos armados; en esas batallas era en donde los militares lograban hacer los méritos para los ascensos y promociones en el Ejército, ahora, al no haber conflictos armados ni revueltas, la forma de hacer méritos era totalmente diferente; aquí fue donde Higinio Aguilar comenzó a sufrir las consecuencias de su falta de preparación, de educación y su nula cultura, además de sus grotescas actitudes.

El Secretario de Guerra y Marina, General Carlos Pacheco Villalobos estableció las nuevas normas, criterios, lineamientos y reglamentos para obtener los méritos y poder acceder a las promociones y ascensos en el Ejército Mexicano; ahora los méritos consistían en labores de apoyo, ayuda y auxilio a la población civil de México o de algún otro país que lo solicitase; también en labores por servicios al Estado Mexicano y sus instituciones; funciones diplomáticas como Agregado Militar en cualquiera de las Embajadas de México en el mundo y por último, labores y encomiendas de tipo político.

El Capitán Higinio Aguilar, por su falta de preparación y pobreza intelectual, no calificaba para ninguno de estos criterios, si acaso para labores de tipo político, pero dado su fama de corrupto, ni para ese criterio podía ser tomado en cuenta; Aguilar era un hombre cuyo modus vivendi era el combate, no conocía otra forma de allegarse sus bienes, por eso él necesitaba estar en guerra constante.

Gracias a la protección que le brindaba el Presidente, el Capitán Higinio Aguilar fue designado Comandante del Escuadrón Acultzingo y pensando que iban a combatir, preparó a su escuadrón para la batalla, pero nunca imaginó

que su nombramiento era honorífico y que no había guerra, por lo tanto, el Secretario de Guerra y Marina lo destituye y lo envía a la sección del “depósito agregado”, una especie de limbo a donde iban a parar aquellos militares que el Ejército no sabía que hacer con ellos, pero tampoco los podía dar de baja debido a sus relaciones políticas.

 

Una vergüenza para el Ejército

El General Carlos Pacheco Villalobos, Secretario de Guerra y Marina fue muy claro con Aguilar, no le toleraría más desmanes, indisciplinas, escándalos e insubordinaciones y en caso de ser necesario podría ir a parar a la Prisión Militar, sin importar su amistad con el Presidente; por lo pronto, el Capitán Higinio Aguilar quedó comisionado como ayudante del Secretario.

En un lapso de ocho años, el Capitán Higinio Aguilar fue enviado en siete ocasiones a la Prisión Militar por diversos hechos como insubordinación, indisciplina, actos de corrupción y escándalos de ebriedad; aparte, en ese mismo período de tiempo, estuvo tres ocasiones bajo arresto domiciliario por acusaciones de fraude a particulares y Aguilar seguía contando con la bendición de Porfirio, quien lo envía como vocal del Consejo de Guerra, en donde no tardó en dar de que hablar, al pedir cantidades de dinero a los militares que en Juicio Militar eran enviados al Consejo de Guerra, y con eso, Aguilar les garantizaba un fallo favorable.

El Presidente toma la decisión de enviarlo como asistente del Jefe del Estado Mayor Presidencial, nada menos que el General Félix Díaz, sobrino del Presidente, quien fue el único que pudo poner en orden a este ingobernable sujeto, Félix Díaz lo trajo verdaderamente a raya, debía presentarse a su trabajo de manera puntual, con una pulcritud en su persona, en su uniforme, en su calzado y en su armamento; no podía ni debía hacer nada que no fuera ordenado o autorizado por el General Félix Díaz, quien además le prohibió tomar y le sentenció de que al primer escándalo de cualquier tipo bajo su mando, sería pasado al Consejo de Guerra, para ser degradado y fusilado.

Como es de suponer, Higinio Aguilar sintió que se le iba el alma, sabía que Félix Díaz cumpliría su amenaza si se salía de orden y como siempre, recurrió a su gran amigo el Presidente Díaz, quien lo envió como delegado político a Puebla, donde no tardó en enseñar el cobre; el Gobernador de Puebla, General Rosendo Márquez lo encierra en prisión acusado de abuso de confianza y fraude, al comprobar que Aguilar se quedó con los fondos para la campaña electoral del candidato porfirista al Gobierno de Puebla; Márquez le rindió parte al Presidente Díaz de los hechos y éste le pidió que se lo enviara a la Ciudad de México y se lo mandó, pero como prisionero, esposado y escoltado y además expulsado de Puebla, su tierra natal.

Debe de ser muy grande el agradecimiento por que le salven a uno tres veces la vida, como para perdonar y solapar y premiar tantas fechorías; pues eso fue lo que pasó, el Presidente lo envía como Gobernador interino del Estado de Morelos, en donde los alcaldes se comenzaron a quejarse de los “moches” que les pedía el Capitán Aguilar por liberarles presupuestos y otorgarles obras para sus municipios; la gota que derramó el vaso en Morelos fue cuando los alcaldes reclamaron les fuera devueltos sus fondos de ahorro municipal que los municipios tenían en el Gobierno del Estado, pero para su sorpresa, ya no había tales fondos, eran mas de sesenta mil pesos que se habían esfumado.

Esta no se la perdonó Porfirio, lo regresó a México y es puesto de nuevo bajo las órdenes del General Félix Díaz, quien lo vuelve a traer cortito; mientras, el Presidente ordena al nuevo Secretario de Guerra y Marina, el General Bernardo Reyes para que con el pretexto de los cuarenta años de servicio de Higinio Aguilar, pueda ser ascendido a Coronel de Caballería; esto provocó la reacción de los oficiales del Ejército que repudiaban a Aguilar y veían como entre más fechorías cometía, más era premiado, y ahora el granuja era ascendido a Coronel.

Porfirio comprendió la situación de los oficiales y cuando nombró al General Félix Díaz como Jefe de la Policía de la Ciudad de México, puso de nuevo al ahora Coronel Higinio Aguilar bajo las órdenes de Félix Díaz, con esta doble

jugada, sacaba a Aguilar del entorno militar y lo ponía bajo control con el General Félix Díaz, quien lo tenía completamente amansado en labores de oficina.

 

Se acerca el final del Porfiriato

En 1909, Porfirio Díaz ya sentía la presión social y en el horizonte se avizoraba la posibilidad de un estallido social, el Presidente sabe que va a necesitar un ejército completamente leal y lo asciende a General Brigadier; Aguilar tiene todavía el descaro de pedirle a Díaz que de una vez lo ascienda a General de División; “Te asciendo a Brigadier porque te necesito, no porque lo merezcas” fue la lacónica respuesta que recibió el nuevo General.

Los anarquistas y comunistas hermanos Flores Magón, ya estaban ocasionando levantamientos y huelgas en algunos puntos del país y fue enviado a aplacar esos focos de insurrección ; en la región carbonífera de Coahuila, el General Higinio Aguilar arrasó hasta con los civiles y saqueó varios poblados, el General Lauro Villar envía un telegrama al Presidente, informando de la incapacidad militar y la pésima conducta del General Aguilar, quien volvía a lo suyo, al crimen, al asesinato y al saqueo.

 

Cae el Porfiriato y el General Higinio Aguilar es ya un bandolero con uniforme

A la caída de Porfirio Díaz, el General Higinio Aguilar se pone a las órdenes de Francisco I. Madero, quien sabiendo de sus antecedentes, lo refunde como encargado de forrajes para los caballos de la Policía de la Ciudad de México, Aguilar siente esto como una afrenta y un desprecio de Madero hacia su persona y pierde todo el control, continúa siendo militar, pero ahora sus intenciones son más siniestras.

Forma una fuerza militar a la que se le unen los Generales Gaudencio de la Llave, Melitón Hurtado, Benjamín Argumedo, José Trinidad Ruiz y Juan Andrew Almazán, con él a la cabeza; habían invitado a Victoriano Huerta, pero éste dijo que aceptaba si el era quien llevara el mando, a lo que se rehusó Aguilar y Huerta se fue.

Con estos secuaces, todos ellos desertores o fichados en el Ejército, formó un estado de fuerza que los historiadores calculan que llegó a los cinco mil hombres; proscritos en Puebla, Morelos y la Ciudad de México, se dirigen a Oaxaca y le ofrecen al Gobernador sus servicios como mercenarios y como fuerza militar al servicio del Estado, ahí en Oaxaca se dedicaron a la extorsión y al secuestro, hasta que fueron despedidos por el Gobernador.

De ahí se contactó con Emiliano Zapata y el Ejército Libertador del Sur, para lo mismo, ofrecer sus servicios para la causa y Zapata que en ese momento necesitaba gente, duda en si aceptar o no, la condición de Aguilar y su gavilla era que ellos tomarían los pueblos y ciudades y después de saquearlos y robarlos, se los entregarían a él para su control; Zapata se negó y Aguilar y su gente se fueron para Sinaloa.

El Gobernador de Sinaloa, Celso Gaxiola Rojo, ordena a la fuerza estatal sacar a los bandidos de su jurisdicción, las tropas del General Ángel Flores cumplen la orden, pero en la huida, Aguilar toma prisionero al Coronel Luis Morelos y lo asesina y por ese motivo es detenido semanas después en la Ciudad de México, ahí mismo se le relaciona con un supuesto complot para asesinar al Presidente Madero, el que no se pudo comprobar y huye junto con su gente.

En la huida van asolando pueblos y aldeas, las cuales saquean, matan a los hombres y violan a las mujeres, se llevan todo de cada lugar; el 22 de octubre de 1914, atacan la ciudad de Tehuacán, Puebla, donde someten a los doscientos soldados del General Lechuga, luego van por todos los ricos del pueblo, los sacan de sus casas y los reúnen en el Casino de Baile y les exigen cien mil pesos o serían fusilados, los ricos logran juntarle veinte mil pesos a Higinio Aguilar, quien ordena a sus bandidos saquear todas las tiendas y comercios; los fascinerosos ocupan los bares y cantinas de

la ciudad y ya completamente borrachos comenzó la orgía de violaciones a las mujeres y jovencitas, en una terrorífica noche que parecía no tener fin.

Por la mañana, el General Higinio Aguilar se presenta con el alcalde Mariano Domínguez y le exige doscientos mil pesos, de lo contrario serán fusilados todos los niños y niñas; el alcalde logra a duras penas reunirle veintisiete mil pesos y con eso el General Aguilar todavía borracho se da por bien servido; tras un día y una noche de terror, Aguilar y su gente salen de Tehuacán, dejando a un pueblo saqueado, ultrajado, a sus mujeres y jovencitas violadas y un rastro de muerte con una calle repleta de cadáveres donde los ciudadanos iban a buscar a sus familiares; antes de largarse de ahí, en la estación del tren quemaron sesenta cadáveres.

 

El sueño cumplido, por fin General de División

En 1920, el General Álvaro Obregón Salido es electo Presidente de la República y le concede a este insano y cobarde militar el grado máximo de la milicia mexicana, lo asciende a General de División, gracias a los servicios prestados al Levantamiento del Plan de Agua Prieta que encumbró al poder al Grupo de Los Sonorenses; además, Obregón le otorgó un puesto en su gobierno, borrando de tajo de la historia oficial las fechorías de este salvaje e ignorante bribón, que pasó a la historia como uno de los peores militares mexicanos de la historia.

 

Fuentes Bibliográficas:

+ historiamexicana.colmex.mx

+ m.facebook.com

+ icadtotal.com

+ es.wikidat.com

+ moralex-cine.blogspot.com

+ inehrm.gob.mx

+ mediateca.inah.gob.mx

+ jstor.org

+ es.wikipedia.org

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