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Chihuahua ya se llenó de cartelones y publicidad, con Cruz Pérez Cuéllar y Marco Bonilla como los protagonistas indiscutibles. Ambos, por Morena y el PAN respectivamente, parecen estar en plena carrera por la candidatura, usando —casualmente— los recursos públicos que manejan en sus actuales puestos. Sin embargo, el Instituto Estatal Electoral parece más mudo que nunca, dejando que estas campañas disfrazadas de promoción institucional sigan sin restricciones. Mientras tanto, una asociación ciudadana ya afila las garras y prepara una demanda por proselitismo adelantado, pues todos sabemos que las fechas oficiales no se han abierto.
El descaro de estos aspirantes no tiene límites, y sus discursos parecen sacados de un manual de excusas políticas: dirán que todo es en nombre del municipio, con palabras vacías y verdades a medias. Mientras el árbitro electoral mira hacia otro lado, estos personajes continúan con su juego de simulaciones, ignorando reglas y confiando en los eternos amparos e impugnaciones. Lo que queda claro es que, en este teatro de precampañas encubiertas, la ciudadanía sigue siendo la principal víctima de esta farsa descarada.