¿Quién o quiénes se sienten favorecidos por el repunte de asesinatos, ejecuciones, levantones y secuestros que, en los últimos días, han asolado a entidades de la República como Nuevo León, Coahuila, Estado de México, Baja California, Zacatecas y, entre otras, Guerrero?
La respuesta no beneficia a Andrés Manuel López Obrador, quien en ya casi seis años acumula el registro negro de casi 190 mil muertos por la violencia. ¿Falta de capacidad o complicidad con los criminales?
Muchas especulaciones provocan el repunte de la criminalidad antes, durante y ahora después de las elecciones federales.
Desde el clásico “pleito a muerte entre los diversos grupos de la delincuencia organizada”, que se ha convertido en la más formidable excusa que los dizque gobernantes encontraron para cubrir el fracaso de su estúpida estrategia de “abrazos, no balazos”… hasta aquella otra del “bautizo de fuego” a la siguiente Administración… lo mismo, claro, que las presiones que los actuales encargados de la seguridad –jejeje– estarían desplegando para alcanzar la inmunidad y hasta para mantenerse en sus puestos.
Lo seguro, eso sí, es que hemos ingresado ya como país a la etapa que los teóricos denominan interregno, y que implica un escenario incierto: Es un período no sólo de incertidumbre política sino de gran tensión, con enfrentamientos, confrontaciones, acusaciones reales o inventadas, como lo hemos visto en los últimos días.
Hay descomposición política que evidentemente impacta la legitimidad del cargo y la actuación de la futura Presidente.
¿Es esto, ya un vacío de poder? ¿Un hueco en el que se conjugan la menguada fuerza de quien pronto dejará de ocupar Palacio Nacional y la fortaleza institucional que aún no tiene quién próximamente llegará a la residencia del Poder Ejecutivo Federal como su sexenal inquilina?
Durante este lapso México tiene dos presidentes. Un proceso heredado del antiguo sistema político dominado por el PRI, cuando la oposición tenía escasas posibilidades de acceder al gobierno y el traspaso de la autoridad era asunto más político que administrativo.
Este escenario incierto es tierra fértil para que los intereses de los poderes fácticos –el delincuencial incluido, por supuesto– siembren sus semillas para cosecharlas a futuro.
Y mientras eso se da, la población más indefensa es la víctima de siempre.
¿Qué es el interregno?
Los primeros monarcas del Imperio Romano eran nombrados a título vitalicio por el Senado. Cuando sobrevenía la falta de rey, y hasta que se hacía la elección de nuevo monarca, el Senado designaba un magistrado.
El nombrado recibía la denominación de inter rex (entre reyes) cuyas funciones duraban un puñado de días. Había tantos como fueran necesarios, mientras llegaban a acuerdos y la vacante se cubría definitivamente.
Encargado precario del poder, el vocablo inter rex provocó que entre las monarquías europeas de la Edad Media se llamara interregno al período en que faltaba el soberano. Se llegó a hablar de “interregno parlamentario” al receso del parlamento moderno.
El interregno, considerado como el vacío de poder, el espacio en el que no hay quien mande, lo vivió el Sacro Imperio Romano Germánico durante 20 años de la Edad Media, cuando peleaban güelfos y gibelinos, unos del lado del Papado y otros del Imperio, para saber quién era el dueño del pandero.
De ahí deriva, entre otras, la conocida leyenda del Flautista de Hamelin, parodiando a los gibelinos que “levantaban” jóvenes para hacer la guerra e impedir que el norte de Italia se separara de los alemanes y se uniera finalmente al Papado.
Platón utilizó el simbolismo del “mito de la inversión de los ciclos” para explicar los vacíos entre uno y otro. Según el giro de los tiempos, llega un momento en que se invierten: los ancianos se vuelven jóvenes; los jóvenes, niños; los niños desaparecen, y los muertos renacen.
Sobre la alegoría de Platón, varios estudiosos como Julián de Marías han querido establecer teorías de ciclos históricos y de generaciones políticas, que lo único que han logrado es enfrentar entre sí a las dinastías del poder cuando sienten que “el tren ya se les pasó”.
Las etapas de tránsito entre un gobierno y otro han ocasionado, en diversos grados, falta de certidumbre en materia de política interior, hacendaria y política económica, que no siempre son afines. Responden a distintos intereses, muchas veces contrapuestos.
El peor interregno, en 1982
Para quienes lo vivimos, el período de interregno más difícil que ha pasado México y que trata de parecerse al actual, fue el de la transmisión del poder entre José López Portillo y Miguel de la Madrid, en el otoño de 1982.
La crisis internacional de liquidez, provocada por la urgente impertinencia de los financieros internacionales por cobrar los créditos de la zona latinoamericana, provocó una parálisis económica de enorme magnitud.
Lo que nos hicieron creer en aquel tiempo, era que sólo se trataba de una crisis financiera, de “flujo de caja”, pero jamás pudieron explicarnos por qué nadie le quería prestar a nuestro secretario de Hacienda, Jesús Silva-Herzog, cuando iba ante los bancos centrales a pedirles para resolverla.
Siempre se ocultó que lo que había detrás era la ambición de los financieros por adquirir, a precios regalados, sin intereses y a plazo muerto, los recursos naturales latinoamericanos, y ofrecer a cambio que se iban a atemperar las codicias de los dueños del dinero. ¡Eran los mismos!
En vez de hacérnoslo saber, por cualquier medio, el gobierno procedió a entregarles lo que querían, en términos petróleo, petroquímica, agua, bosques, gas y otras concesiones de segunda y tercera vuelta, enigmas que hasta ahora se descifran.
El viejo PRI desenfundó su patrioterismo a modo y en actitud masiosaresca nos hizo tragarnos la aldaba para proponer la famosa nacionalización bancaria, como llave maestra para destrabar el problema del cash flow.
Ni ese era el problema, ni esa la solución. Como siempre que quiso actuar en serio, López Portillo lloró en la Cámara de Diputados, pidió perdón y la agarró contra los banqueros mexicanos que, al enterarse pusieron “cara de what?”
Y sacaron más y más dólares del país.
La judicialización, muy próxima
Desde hace unos días, y luego de haber diseccionado el fraude electoral, los sabios desempleados de los comederos políticos discuten el actual interregno de la política mexicana. ¿Es un vacío absoluto de poder por apatía? ¿Sigue al mando AMLO, mientras Sheinbaum agacha la testa? ¿Crisis económica, financiera, petrolera, monetaria, política, presupuestal, más corrupción, violencia desatada e impunidad de la casta gobernante? ¡Capicúa!
La bocanada de oxígeno electoral, argumentan, dura menos que un soplido. La mayoría en la Cámara, para apoyar todo un disparate: creer que un gobierno sin brújula ni cohesión no sólo puede armar un recorte presupuestal sensato y documentado, también darle en la madre a la Suprema Corte y a los órganos constitucionales autónomos, contrapesos de un Ejecutivo voraz.
Se comenta que no sólo existe nerviosismo entre los miembros del gabinete, pues aseguran no actuar porque nadie les dice cómo y hacia dónde hacerlo. Y, por otro lado, se asegura por viejos conocedores de las entretelas en Washington, Nueva York y Chicago que, si no se hacen cambios en el gabinete, esto no va a poder transitar hacia algún puerto seguro. Que necesitan orden y estabilidad.
Se habla de un nuevo interregno, que se ubica entre los meses previos a la entrada en funciones de la nueva Legislatura, votada el domingo 2 de junio. Precisan que, entre julio y agosto, fechas de judicialización electoral, de definición de comisiones, de aprobación del nuevo presupuesto. ¿Qué mejor momento para un interregno?
La orden está dada: atacar a fondo a los saboteadores que voltean de cabeza al país, en las regiones donde se han originado los conflictos.
Para tal efecto, se le han destinado a las fuerzas armadas y policías federales tanques antimotines, lanzafuegos, y demás artefactos para que las respuestas sean esta vez contundentes.
Si ni con eso quieren actuar las autoridades, la solución no podrá ser otra que hurgar entre los mecanismos que ofrece el proceso de interregno para no aferrarse a algo que no funciona y buscar una solución efectiva.
¿Habrá llegado el momento?
Indicios
Hay quienes señalan que esta vez no habrá interregno. Que la fuerza de AMLO no ha menguado y sí, por el contrario, se incrementó tras el resultado de los recientes comicios. También porque Claudia Sheinbaum no se atreve (¿aún?) a discrepar con él, menos todavía a enfrentársele. * * * Registro con agrado que usted haya leído este texto. Como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!