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Una historia de dolor, preguntas sin respuesta y lucha continua

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Hace 8 años, la vida de una familia cambió para siempre cuando Alondra María Nolasco Corpus, una niña de tan sólo nueve años, desapareció sin dejar rastro en la ciudad de Chihuahua. Desde entonces, cada aniversario trae consigo la misma herida: la ausencia, la incertidumbre, y el clamor por justicia.

Fue en la madrugada del 19 de septiembre de 2017 cuando Alondra salió de su casa en la colonia Vistas del Norte mientras su madre trabajaba, sin que se tenga claro aún qué ocurrió después de que abandonó su hogar. Ante su ausencia, la Fiscalía General del Estado activó la Alerta Ámber y el Operativo Alba, pues existían indicios de que su integridad se encontraba en riesgo. Sin embargo, ninguna pista firme —ni algún rastro concluyente— ha permitido resolver el paradero de Alondra.

El principal sospechoso señalado es Ramiro Córdova Cárdenas, quien en informes periodísticos aparece como pareja de la abuela de Alondra. Desde su señalamiento, Córdova Cárdenas ha permanecido prófugo de la justicia y las investigaciones de la Fiscalía General del Estado han considerado incluso que pudiera estar ocultándose fuera del estado, posiblemente en Sonora. Aunque madres, hermanos y activistas han pedido reiteradamente transparencia y esfuerzo institucional, los avances concretos han sido escasos.

Testimonios de la familia expresan que las autoridades, pese a promesas, no han entregado toda la información que se ha solicitado. La madre de Alondra, Yesica Corpus, dedicó sus últimos años a buscar a su hija, manteniendo vivo el recuerdo, recogiendo pistas, hablando con vecinos, pegando carteles, esperando que alguien pudiera decir algo.

Falleció sin ver resuelto el caso. Ahora, son sus hermanos, Luis y Camila, quienes siguen con la búsqueda. En este octavo aniversario, Camila declaró que crecer en esta espera ha sido “una herida que no se explica”, mientras Luis urgió a que la sociedad no olvide, que difunda y que mantenga vivo el caso de Alondra.

Hoy, ocho años después, la realidad es que no hay rastro del presunto responsable, que continúa prófugo; no hay hallazgo de Alondra, pese a las alertas emitidas en su momento; y no hay justicia completa para una familia que clama por respuestas. Sin embargo, se mantiene el esfuerzo ciudadano con organización de búsqueda, memorias que no se olvidan y acciones que Camila encabeza activamente al seguir pegando pesquisas, recorriendo calles y enfrentando el silencio que aún rodea este caso. Mientras se conmemoran ocho años de esta desaparición, no sólo se revive el dolor: también se reitera la exigencia de que las instituciones cumplan con su parte. Que haya investigación seria, que no haya impunidad, que se garanticen derechos.

Que Alondra no se convierta en solo un nombre más, sino en una esperanza viva de justicia. Porque recordar también es un acto de justicia, y mientras haya quienes busquen y exijan, la desaparición no se perderá en el olvido.

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