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Un escalofriante hallazgo sacudió la tranquilidad de la colonia Obrera en la ciudad de Chihuahua, cuando un hombre de apenas 29 años fue localizado sin vida dentro del centro de rehabilitación Tisach, ubicado en el cruce de la calle 19a y Ramírez, con una bolsa plástica cubriéndole la cabeza y evidentes huellas de brutalidad que transformaron lo que parecía un suicidio en una escena de homicidio que indigna a la comunidad.
Lo que inicialmente se reportó como un presunto ahorcamiento terminó revelando una realidad mucho más oscura: al llegar los primeros respondientes, descubrieron que la víctima presentaba signos de violencia incompatibles con un acto voluntario, lo que obligó a las autoridades a reclasificar el caso como probable asesinato, activando de inmediato los protocolos de investigación criminalística en un lugar que debería ser refugio y no tumba.
Elementos de la Fiscalía General del Estado acordonaron el inmueble y ordenaron el desalojo total de internos y personal mientras peritos recolectan evidencias en medio de un silencio sepulcral roto solo por el llanto de quienes conocían al joven. La presencia de la bolsa en la cabeza apunta a un método cruel de asfixia, un detalle que ha encendido las alarmas sobre la seguridad en estos centros que, lejos de sanar, se convierten en escenarios de terror.
Este nuevo crimen dentro de un supuesto espacio de rehabilitación reaviva el reclamo ciudadano por una regulación estricta de estos sitios, donde la vulnerabilidad de quienes buscan ayuda se convierte en presa fácil de la violencia. Mientras la identidad de la víctima permanece bajo reserva, la pregunta que retumba en Chihuahua es hasta cuándo seguirán pagando con su vida quienes intentan salir del infierno de las adicciones.







