La chispa

Lo que sacó a la gente fue la intención de debilitar la democracia

Si López Obrador tuviera más inteligencia política que rencor, haría un anuncio contundente en la conferencia mañanera de este lunes: el retiro de su iniciativa de reforma electoral. Con ese solo gesto, desarticularía al que ayer se consolidó como el movimiento más amenazante para sus planes de sucesión presidencial.

Pero el presidente de México, que es un estratega de campaña extraordinario, tiene más odio que sagacidad electoral. Tiene más rencor que reflejos. Así que repetirá los insultos contra los ciudadanos que marcharon y será como soplarle a la chispa que está prendiendo el fuego: las llamas se van a ir extendiendo gracias a él.

Porque lo que sacó a la gente a la calle de manera masiva este domingo en México fue el presidente en su apetito de debilitar la democracia mexicana. No fueron los partidos de oposición. Fue la sociedad civil sistemáticamente agraviada durante los años del obradorato la que se organizó y mostró un músculo que había permanecido dormido.

López Obrador había logrado privatizar la calle. Sólo sus manifestaciones contaban, sólo sus bloqueos eran legítimos, sólo sus convocatorias llenaban las plazas. Un enorme sector de la sociedad había perdido la calle, había cedido todos los espacios a Morena.

Cohibidos por la popularidad del presidente, desanimados por el “teflón” de López Obrador, arrinconados por sus ofensas, temerosos por sus amenazas y sus grupos de choque, miles de ciudadanos optaron por aguantar los golpes. Durante estos años hubo muchas cosas que hubieran merecido las calles colmadas de protestas. No sucedió. Y el presidente les restregó burlón una y otra vez cómo lograba salirse con la suya.

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