Cada año, los familiares de las víctimas del 11 de septiembre se reúnen para recordar a sus seres queridos en una conmovedora ceremonia que tiene lugar en la «Zona Cero» de Nueva York. Entre las frases que resuenan con mayor fuerza está: «Nunca pude conocerte». Estas palabras representan el paso del tiempo y el surgimiento de una nueva generación que, aunque no vivió los ataques, ha heredado el dolor y el deber de mantener viva la memoria de las víctimas.
Ataque del 11 de septiembre de 2001, perpetrado por secuestradores de Al Qaeda, cobró la vida de casi 3 mil personas. Cuatro aviones fueron estrellados contra las Torres Gemelas, el Pentágono y un campo en Pensilvania. Desde entonces, los familiares de las víctimas se reúnen cada año para leer en voz alta los nombres de quienes perdieron la vida. Este ritual se ha convertido en una tradición profundamente arraigada en la conmemoración de la tragedia.
Lo que destaca en las ceremonias más recientes es la participación de jóvenes que no habían nacido cuando ocurrieron los ataques. Durante la ceremonia del año pasado, 28 de estos jóvenes leyeron los nombres de las víctimas, y se esperó que su participación continúe en la conmemoración de este año. Muchos de estos jóvenes son hijos de las víctimas, cuyas parejas estaban embarazadas en el momento de los ataques. Otros son sobrinos, nietos o familiares que han heredado no solo las historias, sino también el compromiso de mantener viva la memoria.
«Es como si estuvieras pasando la antorcha», dice Allan Aldycki, un joven de 13 años a la agencia AP, quien ha leído los nombres de las víctimas, incluyendo el de su abuelo, Allan Tarasiewicz, un bombero que perdió la vida en el 11 de septiembre.
Allan ha participado en la ceremonia durante los últimos dos años y tiene previsto hacerlo nuevamente este año. A través de este acto, siente que se conecta con su abuelo, a quien nunca llegó a conocer, pero sobre quien ha oído tantas historias. «Desearía tener la oportunidad de conocerte realmente», dijo Allan durante la ceremonia del año pasado, mientras recordaba a su abuelo.
El joven lector considera que participar en la ceremonia le permite honrar a su abuelo de una manera especial. Además, espera que, en el futuro, sus propios hijos puedan participar en este acto de recuerdo.
«Es un honor poder enseñarles porque puedes hacerles conocer su herencia y lo que nunca deben olvidar», comentó desde Nueva York. Allan ya está educando a sus compañeros de clase sobre lo ocurrido el 11 de septiembre, dado que muchos de ellos saben poco o nada sobre la tragedia.
Para Allan y otros jóvenes como él, la ceremonia es un momento de reflexión. Cada año, investigan sobre las personas cuyos nombres van a leer, buscando comprender la vida detrás de cada nombre.
«Reflexiona sobre todo y comprende la importancia de lo que significa para alguien», añade Melissa Tarasiewicz, madre de Allan, quien apoya el compromiso de su hijo en mantener viva la memoria de su abuelo y de las demás víctimas.
Este ritual de recitar los nombres de los muertos no es exclusivo del 11 de septiembre. Monumentos de guerra en todo el mundo honran a los caídos leyendo sus nombres en voz alta.
Durante la ceremonia del 11 de septiembre, que se lleva a cabo en el Memorial del 11-S en Nueva York, los nombres de las 2 mil 977 víctimas de los ataques, junto con los de las seis personas que murieron en el atentado de 1993 en el World Trade Center, son leídos por sus familiares. A cada lector se le asigna un subconjunto de nombres para pronunciar en voz alta. Además de leer los nombres, muchos de los familiares aprovechan la oportunidad para compartir recuerdos personales y detalles conmovedores sobre sus seres queridos.
Capri Yarosz, de 17 años, ha participado dos veces en la lectura de nombres, recordando a su tío, el bombero Christopher Michael Mozzillo.
«A menudo pienso en cómo, si todavía estuvieras aquí, serías uno de mis mejores amigos», dijo el año pasado, reflexionando sobre cómo su tío habría influido en su vida si no hubiera fallecido en los ataques.
Para muchos jóvenes, como Callaway Treble, de 18 años, la responsabilidad de mantener viva la memoria de las víctimas del 11 de septiembre es clara. Treble, quien perdió a su tía Gabriela Silvina Waisman en los ataques, ha leído los nombres de las víctimas desde los 13 años.
«Usamos el término ‘nunca olvidar’ para el 11 de septiembre, pero es crucial asegurarnos de que no solo se quede en palabras. Tenemos que mantener viva la memoria de quienes murieron en ese ataque a nuestro país», subraya.
Con el paso del tiempo, muchos de los hijos de las víctimas han crecido.Algunos de ellos, como Melissa Tarasiewicz, tenían apenas 18 años cuando perdieron a sus padres.
Hoy, más de 100 jóvenes que nacieron después del 11 de septiembre también participan en estos actos conmemorativos, llevando consigo el legado de aquellos que nunca conocieron. El legado del 11 de septiembre sigue vivo en estas nuevas generaciones, quienes se esfuerzan por asegurar que el sacrificio de sus seres queridos nunca sea olvidado.
«Aunque nunca nos conocimos, es un honor para mí llevar su nombre y legado conmigo», dijo Manuel DaMota Jr. en la ceremonia del año pasado al recordar a su padre.