Mientras la guerra de Rusia en Ucrania se aproxima a sus primeros 100 días, marcados por la destrucción y la muerte, y sin un final a la vista, Finlandia y Suecia han estado avanzando aceleradamente en sus procesos de membresía a la OTAN.
Este miércoles ambos países entregaron sus solicitudes de ingreso a la Alianza Atlántica, en lo que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, calificó como un «paso histórico».
Ingresar en la OTAN, una alianza militar fundada en 1949 para contrarrestar a la creciente Unión Soviética y luego a la Federación Rusa, representa un giro en la histórica neutralidad de Finlandia y Suecia.
Pero en el caso de Finlandia, esta neutralidad ha estado salpicada por numerosas tensiones y dos terribles guerras contra la Unión Soviética, cuya sucesora legal es Rusia, que aún perdura en la mente de los habitantes del país nórdico.
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Al mismo tiempo, Finlandia ha tenido que mantener una relación estable y equilibrada con Rusia, con quien comparte su mayor frontera y mantiene una importante relación comercial.
Tras estar bajo el dominio de Suecia y luego, a partir de 1809, de Rusia, Finlandia logró su independencia en 1917 y en el contexto de la Revolución rusa, que llevó a la caída del zar Nicolás II.
En noviembre de 1939, la Unión Soviética invadió Finlandia por un conflicto fronterizo en la región de Karelia, dando inicio a la Guerra de Invierno, un verdadero conflicto entre David y Goliat.
Aunque la resistencia finlandesa fue más dura de lo esperado, causando graves bajas a los soviéticos en medio de duras condiciones invernales, la superioridad numérica de la URSS era aplastante y el conflicto concluyó en marzo de 1940 con un tratado de paz y una cesión de territorios de parte de Finlandia.
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