La computación cuántica aparece como la siguiente frontera tecnológica, con potencial de transformar sectores como finanzas, salud, logística y criptografía. Se estima que generará ingresos globales de hasta 97 mil millones de dólares para 2035. Aunque Europa ha invertido unos 11 mil millones de euros para evitar quedar atrás frente a EE. UU. y China, enfrenta retos significativos en coordinación, financiamiento y comercialización.
Países como Polonia y República Checa ya cuentan con prototipos de ordenadores cuánticos funcionales, lo que fortalece su participación en el ecosistema científico. La Unión Europea está impulsando infraestructuras híbridas que combinen computación clásica con cuántica, un puente que podría facilitar la transición tecnológica. Aun así, faltan políticas regulatorias claras y una mayor inversión privada que acompañe la investigación académica.
Un factor central es la necesidad de talento especializado: desarrollar y operar sistemas cuánticos requiere habilidades avanzadas en física, ingeniería eléctrica y ciencias de la computación. Por ello, varios programas académicos europeos están redirigiendo sus planes para formar especialistas. Otro desafío es que muchos proyectos aún no tienen aplicación práctica directa, lo que hace complejo atraer capital de empresas.
La sinergia entre inteligencia artificial y computación cuántica se vislumbra como una combinación poderosa: los algoritmos cuánticos pueden acelerar tareas de optimización, búsqueda o simulación, mientras que la IA puede guiar su uso eficiente. Esta convergencia podría ser decisiva para la competitividad futura. Sin embargo, los obstáculos técnicos —como el control de errores y la estabilidad de qubits— siguen siendo barreras reales.
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El riesgo para Europa es quedarse en el papel de mero colaborador científico, sin liderar las aplicaciones comerciales. Si no supera los cuellos de botella en inversión, regulación y consolidación de empresas cuánticas, podría perder terreno frente a potencias tecnológicas. Por ahora, la apuesta está hecha: coordinar esfuerzos entre gobiernos, empresas y universidades será esencial.
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