Noticias Chihuahua:
La capital de Chihuahua se tiñe de rojo una vez más, sumergida en una espiral de violencia que parece no tener freno, con el registro de 15 homicidios en apenas 48 horas que han dejado a familias destrozadas y a la sociedad en vilo, exigiendo respuestas urgentes ante el avance implacable de la inseguridad que devora el norte del país.
En un maratón de crueldad que inició el viernes por la noche, las autoridades locales reportaron el primer asesinato en las colonias periféricas, donde un joven de 25 años fue acribillado a quemarropa mientras caminaba por una calle solitaria, presuntamente en retaliación por deudas con grupos delictivos que controlan el territorio, un patrón que se repitió con saña en las horas subsiguientes y que ilustra la fragilidad de la paz cotidiana en esta zona fronteriza.
El sábado amaneció con dos ejecuciones más, una en un establecimiento comercial del centro donde el propietario cayó bajo una ráfaga de balas durante un asalto fallido, y otra en un vehículo estacionado en un barrio residencial, donde una mujer de mediana edad fue encontrada con signos de estrangulamiento, evidenciando cómo la violencia de género se entreteje con el crimen organizado, amplificando el horror que acecha en cada esquina de la urbe.
A medida que el sol se ponía, el conteo escaló con rapidez: tres hombres fueron interceptados en una carretera secundaria, sus cuerpos abandonados con impactos de arma de fuego que delataban un ajuste de cuentas entre facciones rivales por el control de rutas de tráfico de sustancias ilícitas, mientras que en las afueras, un adolescente de 17 años sucumbió a heridas de arma blanca en lo que parece un ritual de iniciación fallido en una pandilla juvenil, un recordatorio desgarrador de cómo la juventud se pierde en el vórtice del narco.
El domingo no trajo tregua, sino más sangre: cuatro víctimas adicionales en tiroteos dispersos por la ciudad, incluyendo a un taxista que transportaba a un pasajero sospechoso, y dos hermanos que fueron emboscados al salir de su hogar, presuntamente por disputas territoriales que dividen barrios enteros en zonas de guerra no declarada, dejando un rastro de casquillos y preguntas sin respuesta sobre la efectividad de las patrullas estatales.
Para cerrar esta pesadilla, los últimos cinco homicidios ocurrieron en la madrugada del lunes, con hallazgos macabros en basureros improvisados y lotes baldíos, donde cuerpos con torturas evidentes hablaban de interrogatorios brutales por traiciones internas en el bajo mundo criminal, un cierre que eleva el total a 15 y obliga a las autoridades a reconocer la crisis, aunque las promesas de mayor despliegue de fuerzas federales suenan huecas ante el duelo colectivo que envuelve a Chihuahua.
Este repunte en los homicidios no es un hecho aislado, sino el eco de un conflicto mayor que ha cobrado miles de vidas en años recientes, urgiendo intervenciones profundas que vayan más allá de los operativos reactivos, para tejer una red de protección que devuelva la esperanza a una población cansada de enterrar a sus seres queridos.







