No es casualidad que, hora sí, la noticia ocupó un importante espacio en las primeras planas de toda la mal llamada “prensa nacional”.

¿Y por qué el asesinato del líder de los limoneros de Michoacán, Bernardo Bravo Manríquez, llegó a las primeras planas de los diarios nacionales?

Pues precisamente por eso, porque se trata de un mensaje del terror que, según la dictadura de Morena, debe llegar a todos los mexicanos; sin duda mensaje enviado desde lo más alto del poder.

Mensaje que, por si no lo han comprendido, se debe leer de la siguiente manera: “¿Ya entendieron lo que le pasa a los que se oponen a la alianza de los gobiernos de Morena con el crimen”?

Sí, oponerse a los gobiernos de Morena, cuestionar sus raterías, sus abusos de poder y su dictadura, suele costar la vida a no pocos mexicanos, como fue el caso del líder limonero de Michoacán.

Y es que, por si no se han dado cuenta, de tanto en tanto, la dictadura mexicana recurre al terror para afianzas los mensajes de control político y social mediante el miedo.

El miedo “a ser el siguiente” en la lista de los crítico y opositores, a los que Palacio y Palenque han puesto precio.

Por eso, un día vemos el crimen a balzos de un reputado abogado, justo frente a La Ciudad Judicial de la CDMX, mientras que la semana siguiente, en Michoacán, matan al líder de los limoneros y, entre tanto le arrebatan la vida a un alcalde hidalguense y antes a un ex candidato, a un opositor de Morena, a un periodista y hasta a un “payasito” llamado “medio metro…”

Sí, nos guste o no, asistimos al uso sistemático del terror como instrumento de control político por parte de la dictadura de los gobiernos de Morena; tanto el gobierno federal, como los estatales y municipales.

Pero vamos por partes.

Como saben, el “terrorismo” se define como “el uso de la violencia o la amenaza de violencia, para infundir terror en la población y para lograr, con ello, objetivos políticos o ideológicos”, según explican la Real Academia Española de la Lengua y la propia ONU.

Pero dicen más: “El terrorismo implica intimidar a una población, forzar a un gobierno a desestabilizar estructuras sociales para cumplir fines políticos, ideológicos, religiosos, sociales o raciales”. (FIN DE LA CITA)

Lo curioso del asunto es que justamente el uso del terror con fines dictatoriales lo expliqué aquí apenas el pasado lunes, en el Itinerario Político titulado: “Las pruebas de que ya vivimos en dictadura!”.

Así lo dije: “4.- Le sigue el uso del terror como forma de control social. ¿Por qué nadie en el gobierno federal y en los estatales y municipales de Morena, persigue a los grupos criminales? ¿Por qué no pasa nada frente a atentados como el lanzado contra Ciro Gómez Leyva? ¿Por qué nada ocurre ante crímenes como el de un reputado abogado frente al Poder Judicial de la CDMX? ¿Por qué la cifra ominosa de más de 250 mil muertes violentas, más de 100 mil desaparecidos; miles de jóvenes extraviados y decenas de miles de feminicidios que a nadie le importan?

“La respuesta está a los ojos de todos. Porque el terror no solo es la mejor forma de control social, sino una advertencia permanente de que la dualidad entre el poder criminal y el poder dictatorial son invencibles. Por eso la alianza de Morena, de sus políticos y sus gobiernos con los cárteles criminales.

“5.- Y junto al terror viene el desamparo social. Y es que la dictadura de Morena nos muestra, a diario, que la sociedad mexicana está desamparada y que el mensaje de fondo es que más vale ser aliado de Morena, que su enemigo”. (FIN DE LA CITA)

Pero sin duda que lo más lamentable es que un joven agricultor y líder social como Bernardo Bravo Manríquez, el valiente michoacano que se enfrentó al crimen organizado, fue desamparado no sólo por el Estado, por sus gobiernos y sus instituciones.

Sí, como pocos, el líder limonero de Michoacán mostró responsabilidad social y creyó en el discurso oficial. Sin embargo, la realidad lo llevó a la tumba; y es que en México cuestionar a las mafias criminales del poder, cuesta la vida.

Sí, denunciar la extorsión de los limoneros, los aguacateros y los agricultores michoacanos le costó la vida al valiente Bernardo Bravo Manríquez, cuyo crimen quedará impune, a pesar de las mentiras presidenciales.

Y es que la impunidad criminal es el sello de la casa en los gobiernos de Morena, sobre todo en el gobierno de Claudia Sheinbaum.

Al tiempo.

 

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