En un escrito firmado el 11 de E marzo de 2022, el entonces secretario de Seguridad Pública de Acapulco, capitán de corbeta Maximiliano Serrano Pérez, dirigió a sus superiores un escrito en el que indicaba que el viernes 3 de marzo, mientras se hallaba en la Ciudad de México —gestionando apoyos “para temas de seguridad propios del municipio”—, recibió una llamada de la alcaldesa Abelina López Rodríguez.
Según el escrito, la alcaldesa le solicitó dos escoltas para que, entre el 3 y el 6 de marzo, se pusieran al servicio del senador morenista José Narro Céspedes. El capitán asentó que la comisión de los escoltas consistía en resguardar al senador durante un evento relacionado con la Revocación de Mandato.
Serrano afirmó que, tras recibir una copia de la solicitud de apoyo enviada por Narro, asignó a dos de los escoltas que lo habían acompañado a la Ciudad de México. Eran aproximadamente las diez de la noche.
Los escoltas eran los marinos Óscar Manuel González Andrade y Victoriano Rodríguez Zurita. Fueron asignados, de acuerdo con el capitán de corbeta, “para que dieran cumplimiento a la encomienda de la Presidenta Municipal”.
Como se sabe, el rastro de los marinos se perdió desde hace ya cinco meses. El reporte del capitán Serrano indica que dejó de saber de ellos desde el domingo 6 a las 20:00 horas. Esto está mal, en principio, porque el 3 no fue viernes, sino jueves. Esta es la primera en la larga serie de contradicciones que forma parte de este caso, y a las que me he referido en dos columnas publica das la semana anterior.
De entrada, tanto Narro Céspedes como Abelina López han negado que le hayan solicitado al capitán de corbeta escolta alguna. Sin embargo, en declaración rendida el 30 de mayo a la agente del ministerio público Fátima E. Zuppa, Narró admitió que sí solicitó la escolta “por escrito fechado el 02 de marzo de 2022, enviado vía electrónica”.
En ese escrito Narro asegura que el 5 de marzo, mientras se encontraba en el restaurante “Cambalache Oasis Coyoacán” llegaron “dos elementos acompañados por una tercera persona a ponerse a mi disposición”. Sin embargo, “por considerar que las actividades pa ra las que había pensado que me serían de utilidad ya habían concluido, les hice saber que ya no era necesario su apoyo”.
En cuanto la desaparición de los marinos se volvió un asunto imposible de ocultar, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, buscó al senador Narro para indicarle que se entrevistara con el Almirante José Rafael Ojeda, secretario de Marina. De acuerdo con fuentes cercanas a la investigación, Narro dijo lo que sabía. Ahí comenzó a tejerse una línea de investigación alrededor de “La Tercera Persona” que Narro dijo que vio en el restaurante.
De acuerdo con dicha línea, esa persona -a la que el senador había conocido durante la campaña de Abelina—, al ver que Narro se retiraba del restaurante sin su chofer habitual, le ofreció el servicio de uno o dos de los marinos que lo acompañaban. Según esa línea, Narro rehusó el ofrecimiento. Pasaron los días y los marinos no aparecieron.
No se sabe a partir de qué relaciones de “confianza”, al ver que sus hombres no se reportaban, el secretario de seguridad de Acapulco se puso en contacto con un cercano colaborador de Narro y le pidió que hiciera un falso oficio, según el cual el senador había pedido a los escoltas para resguardo. Ese colaborador, que fue separado de su cargo y hoy se halla bajo investigación, hizo uso de hojas que Narro había dejado firmadas en blanco y, según las fuentes, envió el oficio que le habían solicitado.
Según esa línea, ese colaborador se habría prestado a hacerle el juego al capitán Serrano porque nadie pensaba que las cosas iban a llegar al punto al que llegaron. El caso es siniestro y no hay explicación de por qué el propio Narro declaró lo que declaró ante la ministerio público Fátima Zuppa.