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El próximo 21 de noviembre va a cumplirse un año del asesinato del empresario Sergio Carmona Angulo, uno de los principales operadores financieros de Morena –y a quien se apoda El Rey del Huachicol.

Fuentes cercanas a la investigación recuerdan que aquel día Carmona entró a una barbería ubicada en el municipio más rico y más seguro de México: San Pedro Garza García.

Eran alrededor de las 17:20 cuando hombres a bordo de motocicletas y de dos camionetas se aproximaron a la esquina de Río Manzanares y Río Rosas. Los hombres que iban en las camionetas supuestamente se identificaron como militares para inmovilizar a choferes y escoltas que se hallaban fuera de la barbería.

Quienes viajaban en las motos –al menos dos gatilleros–, ingresaron en el negocio y caminaron directamente hacia el empresario, a quien un compadre suyo acababa de alcanzar. En el lugar también se hallaban, al parecer, familiares del empresario.

Carmona Angulo recibió dos tiros en la cabeza. Faltaba un día para su cumpleaños y dos para que saliera del país, en un largo viaje por crucero cuyo fin, decía él, era alejarlo de México en lo que se “enfriaban” las cosas.

Para ser uno de los principales operadores financieros del partido en el poder, Carmona tenía el defecto de hablar de más. No guardaba absolutamente ningún secreto y tenía la pulsión de contarlo todo con lujo de detalles, según personas que lo conocieron de cerca.

En los últimos días se le vio asustado. Se decía perseguido y amenazado. El gobernador panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca, su enemigo político, lo tenía en la mira. La DEA y el Departamento del Tesoro andaban tras sus pasos. En Washington se le había abierto un expediente cuyo contenido, de acuerdo con la versión propalada por agencias de seguridad, conoció el general Audomaro Martínez, director general del Centro Nacional de Inteligencia.

Carmona se había reunido dos veces con el FBI. Buscaba un acuerdo a cambio de protección. Tenía una segunda cita con la DEA en algún punto de Texas, pero ya no logró llegar.

Había repartido entre algunos conocidos una carpeta que, entre otras cosas, contenía la lista de políticos a cuyas campañas había inyectado recursos económicos. “Por si algo me pasa”, les dijo.

La carpeta daba constancia del pago de más de 300 millones de pesos. Había aportado grandes cantidades a la campaña con que Mario Delgado alcanzó la presidencia de Morena. También inyectó recursos en las campañas para gobernador en Sinaloa, Michoacán, Nayarit, Zacatecas, las dos Baja California, Tamaulipas y Nuevo León.

Había financiado, además, todas las campañas municipales de Tamaulipas, en las que Morena arrasó. Regalaba Rolex y ponía al servicio de los candidatos camionetas blindadas, como las que luego fueron detectadas al servicio del diputado Erasmo González, actual presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública del Congreso, y del presidente municipal de Ciudad Victoria, Eduardo Gattas, por citar solo dos casos. Para el cierre de campaña de una de sus allegadas, contrató nada menos que a Julión Álvarez.

Carmona había hecho su fortuna mediante proveedurías a los gobiernos estatal y municipales y, sobre todo, mediante el tráfico de huachicol a través de la aduana de Reynosa, que su hermano Julio César dirigió por instrucciones de Ricardo Peralta Saucedo.

Fue su época de gloria. Miles de pipas cruzaban cada mes y Carmona retacaba los bolsillos de aduaneros, políticos y militares.

El empresario no había escatimado esfuerzos en su búsqueda de venganza en contra del panista Cabeza de Vaca, político al que financió alguna vez y de cuyo gobierno recibió numerosos contratos, hasta que finalmente se vio traicionado: una auditoría que puso al descubierto una serie de precios inflados durante la construcción de un hospital, le impidió cobrar cerca de 200 millones de pesos que ya estaban pactados. Parte de ese dinero formaba parte del “moche” que Carmona debía entregar a sus socios en el gobierno del estado. Perdió completamente su inversión, con la obra prácticamente terminada –la cual fue adjudicada y cobrada por otra constructora–. En Tamaulipas relatan que Carmona se fue a Morena, con la intención de cobrársela a Cabeza de Vaca. Metió dinero hasta el punto de comprarle al panismo algunos de sus diputados y de hacer que el entonces gobernador perdiera incluso el Congreso.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos lo detectó al investigar la red de tráfico de combustible. Mientras le seguía los pasos se cruzaron en el campo visual de los agentes los políticos que se habían beneficiado de su dinero ilícito.

En noviembre de 2021 Carmona se había vuelto incómodo para todos. Se dice incluso que hasta para sus propios socios. En esas andaba cuando lo mataron. Aquel día, ninguna de las cámaras cercanas, en el municipio más rico y más seguro de México, se hallaba funcionando. Los asesinos llegaron y salieron como sombras.

Está por cumplirse un año. De la investigación… mejor ni hablamos.

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