La detención de Alejandro N., alias El Choko, ha encendido alertas en Ecatepec, Estado de México. Se acusa que junto con su grupo conocido como La Chokiza, pretendían darse una imagen de movimiento social, pero detrás había delitos graves.
“El Choko” se presentaba como defensor comunitario: ofrecía apoyo legal, protección ante extorsiones, promoción de negocios y ayudas sociales. Esa fachada le ganó simpatías, pero según autoridades, era parte de su estrategia para encubrir actividades ilícitas.
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Los cargos incluyen extorsión, homicidio y despojo de propiedades. Se dice que la organización tramaba intimidaciones para que negocios pagaran por “protección”, y usaba redes sociales para mostrarse como aliados del pueblo.
Además, la líder conocida como La Chokiza tenía fuerte presencia mediática: aparecían en videos con líderes locales, y generaba la percepción de que la policía no hacía su trabajo, promoviendo que ellos lo resolvían.
El Choko era exagente de la Fiscalía del Estado de México, lo que le daba cierto nivel de acceso o reconocimiento entre autoridades locales. Esa conexión aumentaba la confusión sobre los límites entre legalidad y criminalidad.
Mientras operaba, aprovechaba esa ambigüedad para reclutar gente, establecer redes de protección y generar lealtades gracias a las ayudas sociales que entregaba. Esa combinación de crimen y «servicio» le permitió asentarse.
Su arresto el 10 de septiembre es parte de una estrategia más amplia de autoridades para desmantelar organizaciones que usan máscara social para legitimar delitos, algo que preocupa porque distorsiona percepciones y obstaculiza denuncias.
El caso plantea preguntas sobre la supervisión de los grupos sociales, la responsabilidad política y el papel de los medios al mostrar estas figuras como líderes comunitarios sin ver sus redes ilícitas.
La población de Ecatepec reaccionó con sorpresa: algunos ya lo veían como una figura popular, otros denunciaban que vivían bajo presión, con miedo de represalias si no cooperaban con él.
La detención de El Choko podría servir de ejemplo para que se investiguen más casos similares, donde grupos que aparentan ser “sociales” funcionen como estructuras de crimen organizado con vínculos políticos.
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