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A lo largo de nuestra azarosa historia, las fuerzas armadas siempre han tenido una destacada participación preservando la seguridad interior de la nación, lo cual redunda no solo en la salvaguarda de las instituciones y el imperio del Estado de Derecho, sino en la protección de la integridad física y el patrimonio de los mexicanos. Los antecedentes, de los cuales se ha dado cuenta ya en este espacio, parten incluso desde la era virreinal, con la creación de las milicias provinciales, antecedente remoto de la actual Guardia Nacional.

Estás milicias se conformaron no sólo con el objetivo de asistir a las tropas del rey en caso de una invasión extranjera a la Nueva España, amenaza que fue real y latente, sobretodo después de la toma de La Habana por los británicos en 1762, sino también para coadyuvar en la vigilancia de sus localidades y caminos adyacentes. Al consumarse la independencia, estos milicianos se transformaron en guardias nacionales y debido a casi medio siglo de guerras civiles y extranjeras, estuvieron más ocupados en el campo de batalla que en labores de seguridad.

Durante La pax porfiriana los relevaron los afamados Rurales de la Federación, cuerpo de corte y organización castrense pero bajo el mando del Secretario de Gobernación. La revolución licenció a los rurales que a su vez fueron sustituidos por unidades de agraristas que derivaron en los actuales Cuerpos de Defensa Rural que forman parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. De cualquier modo, las tropas regulares siempre apoyaron las labores de seguridad en todas las épocas y a lo largo y ancho del país, los referentes son incontables.

Los tres primeros meses de la actual administración, han mostrado un atinado cambio en la estrategia de combate a la delincuencia organizada. Soldados, marinos, aviadores y guardias nacionales se han podido liberar de la absurda orden de su anterior comandante en jefe que pugnaba por abrazos en vez de balazos. Las tropas han afianzado victorias en combates como el de Tecpan en Guerrero, han logrado así mismo detenciones y aseguramientos que no se dieron en el sexenio anterior. De igual forma hemos visto al Alto Mando de Defensa, visitando a sus efectivos en las bases de operaciones o puntos donde se encuentran desplegados, lo anterior les imprime confianza, abona a la moral y espíritu de cuerpo.

Pero en contrapartida, nuestras fuerzas castrenses deben cubrir varios frentes, entre ellos el ideológico, que estriba en una sociedad que no en pocas ocasiones hace apología al crimen a través de la música, modas estrafalarias, los espectáculos, las series de televisión así como modismos y frases ridículas al hablar. El de la seguridad pública, que no es cosa, menor, los criminales del fuero común, saben que a río revuelto ganancia de pescadores y aprovechan la zozobra generalizada para delinquir, a ellos estamos expuestos todos los mexicanos sin importar condición social u origen, desafortunadamente y como es del dominio público, las policías estatales y municipales están a años luz de estar a la altura de las circunstancias para poder relevar a las tropas asignadas a este frente.
Finalmente y como ha quedado de manifiesto en las últimas semanas, persiste la escalada armamentista de las gavillas de sicarios al pertrecharse con material de guerra, engrosar sus filas con extranjeros con adiestramiento militar e implantar tácticas propias de un enfrentamiento bélico, en suma, eso es terrorismo. Aquí es donde el asunto rebasa la seguridad pública para convertirse en un tema de seguridad nacional.

A pesar de que actualmente la vocación del Ejército Mexicano y sus pares en mar y aire es constituirse en una fuerza para la paz, sus atributos constitucionales no se limitan a salvaguardar la defensa exterior y soberanía de la nación, a auxiliar a la población civil en caso de desastre o a llevar a cabo obras en beneficio del desarrollo social de México, sino también a garantizar la seguridad interior del territorio por medio del empleo del poder de fuego de la federación. Entonces el combate al narco terrorismo no solo es una necesidad apremiante sino un mandato constitucional.

Los sicarios ya han derribado helicópteros de la Fuerza Aérea Mexicana con lanzacohetes, usan drones con explosivos, tal como sucede ahora en el frente de Ucrania, arman blindados de fabricación artesanal y en las últimas jornadas han sembrado campos con minas antipersonales, lo cual entraña un enorme riesgo para las fuerzas castrenses pero también para la población civil. De lo anterior se desprende que a estos grupos criminales, no solo se les puede combatir con patrullas y pistolas .9mm sino con un volumen de fuego y un adiestramiento que supere o neutralice su arsenal. En el rubro de devolver la paz a México, es arriesgado realizar conjeturas, pero se puede considerar que si se asegura la seguridad nacional, muy probablemente se podrá lograr la anhelada seguridad pública.

Por AL PE

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