Ernestina Michels de Champurcín y Morán de Loredo, novelista y poeta prolífica nacida el 10 de julio de 1905 en Vitoria, España; muerta el 27 de marzo de 1999, en Madrid. Publicó diecinueve poemarios. Tradujo del inglés a Emily Dickinson y Edgar Allan Poe, del francés a Anaïs Nin, Gaston Bachelard y Mircea Eliade.

Autora de En Silencio (1926), Ahora (1928), Canciones de mar y tierra (1930), La voz en el viento (1931), Cántico inútil (1936), Presencia a oscuras (1952), El nombre que me diste (1960), Cárcel de los sentidos (1964), Hai-kais espirituales (1967), Cartas cerradas (1968), Poemas del ser y del estar (1972), Primer exilio (1978), Poemillas navideños (1983), La pared transparente (1984), Huyeron todas las islas (1988), Los encuentros frustrados (1991), Poesía a través del tiempo (1991), Del vacío y sus dones (1993) y Presencia del pasado (1996).

A continuación cuatro poemas suyos:

LAXITUD

La tarde gris y triste me agobia,
tengo sueño;
estiro lentamente
mis dos brazos abiertos
que se prenden al aire;
quieren cazar el tiempo,
aprisionarlo pronto,
robarle su secreto,
deshacer bruscamente sus límites estrechos.
Quiero llorar: no sé;
quiero reír: no puedo.
Los deseos
se estrellan contra la inexorable inercia
del silencio;
sobre mi corazón rueda grávido al peso
de la existencia toda.
Al fin me desperezo.
Logro romper el cerco
del malsano sopor,
pero apenas lo venzo
ya me torna a invadir
quedamente su tedio.
Luego…
Ya no sé más;
suspiro,
me paseo,
exprimo el tormentoso
lagar de mi cerebro,
destilo el elixir de su inquietud
en mi pecho…
Sujeto en mi memoria
repite el pensamiento;
la tarde gris y triste me agobia,
¡tengo sueño!…

(En En silencio [1926])

 

SOLEDADES

Todas las soledades —grises víboras— muerden
la duda que taladra mis sienes abatidas.
Nadie finge camino en torno de mis plantas
que repliegan, medrosas, su impulso derrotado.

¡Soledad de mi frente1 Un residuo de sueños
la empolva de ceniza.
—¡Qué siniestra bandada de ideas en delirio
entrega al huracán su pálido plumaje!—.

¡Soledad de mis labios! Escondida zozobra
de los besos en flor que no abrasa el estío,
nostalgia de capullo condenado a vivir
su eterna adolescencia.

¡Soledad de mis manos! Inefable tortura
del gesto que se duerme en trance de caricia.
¿Para qué la ansiedad que entreabre mis palmas
si adhieren a su curva inútiles vacíos?

Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida…
¡Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente!

(En Cántico inútil [1936])

 

LO DE TODOS LOS DÍAS, XV

Aprovecha esas alas que te brotan ahora
y cumple —es el momento—
con tu misión de arcángel.

(En Hai-kais espirituales [1967])

 

CARTA AL VACÍO

Es escribir a alguien
o lanzarse al silencio,
a nadar en lo oscuro,
a encender una llama
aunque ahoguen las dudas.
¿Carta a lo que no existe?
Hay buzones alados
que se disparan solos
y un correo sin pistas
ni trayecto seguro.

Eludir el camino
que todos conocemos.
Seguir hacia adelante
ruta de los que intentan
lo que nunca pensaron
y se sienten felices
porque hay algo distinto,
porque se desvanece
de pronto lo que sobra
y no existe el vacío
si queremos colmarlo.

(En Del vacío y sus dones [1993])

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