Cuatro poemas de Aurora Reyes - Noticias Chihuahua Pausa.MX

Aurora Reyes, poeta, primer muralista mujer y feminista mexicana. Nació en Parral, Chihuahua, el 9 de septiembre de 1908, y murió el 26 de abril de 1985 en Ciudad de México. Su obra, tanto la poética como la pictórica, lleva como ejes temáticos la Revolución, la defensa y reivindicación de las mujeres a través de la figura de la diosa mexicana Coatlicue y el indigenismo, a los que dota de una voz con cierta afinidad a las estéticas del surrealismo y del simbolismo, pero siempre propia, circunscrita a las inquietudes de su época.

La colección Bárbaros Ilustrados rescató y publicó su poesía completa, titulada Espiral en retorno, que incluye siete dibujos de la autora y una presentación de la poeta, docente e investigadora del arte Margarita Aguilar Urbán. El volumen, en lugar de ordenarlas por su fecha de aparición, divide las obras por relación temática. Así lo concibió Reyes. Y todos los versos presentados en esta selección figuran ahí.

A continuación, cinco poemas de Reyes:

RECÓNDITA ESPIRAL
(fragmento)

¿Has oído cantar la tierra húmeda
bajo tu corazón?
¿Has visto la tormenta crecer y hacerse múltiple
en las alas del árbol?
¿Has palpado el amor en el recóndito
ruiseñor de los huesos?

Mira subir la lluvia por los tallos
y retornar al cielo.
Elévate en los pétalos azules,
en las trémulas manos de las hojas,
en la cifra total de los sentidos.
La ascensión te reclama las raíces,
la sombra, la garganta, los cabellos.
¡Líbrate, rompe todo, desángrate, agoniza!
pero que no te ciña el pensamiento.

Los corales del tacto, los corales.
Los caminos del viento…

Una sola palabra de tus ojos
despertará la muerte que perdió tu mirada,
la muerte que circunda el contorno de la niebla,
la que habita detrás de cada párpado
en las cuencas de todas las preguntas
que anidaron las fieras subterráneas.

Crece, silencio. Crece con los barcos,
con el fuego y el mar y la distancia;
trasciende los lamentos impotentes
de las últimas playas.
Crece el cielo más alto
del amor, sin sonrisa,
sin rostro, sin espejo,
sin arena, sin agua…

LA HORA DEL SILENCIO

Vas a partir, amigo.
Ahora como nunca necesito tu mano.
Vas a partir, defiéndeme
del viaje de la ausencia.

Hemos andado tanto
que todos mis caminos reconocen tu paso.

Un incendio de fieras ha estallado en mis sienes,
hay en mi pecho fiesta de garras y de dientes.

Los ecos invalidan el grito calcinado
y huracanes de lumbre clausuran el espacio.

No te hablo de aquel sueño que proyectó el espejo,
ni de aquella promesa de cal crucificada;
aéreo paraíso de tu anhelo
que sustenta mi llanto congelado.

Es mi pie sin tu ritmo,
mi pulso sin tu sangre,
mi boca sin tu aliento,
mi voz sin tu palabra.

Son oscuras canciones perdidas en tu canto,
son mis ojos mirando sin mirada.

He perdido el contorno de mis ángeles,
el perfil de mi sombra,
los abismos de yerba,
la sed enamorada.

No encuentro ese poema con que le escribí a la vida
con sonrisas, con pájaros, con jardines que cantan.

Vas a partir, ayúdame
a reconstruir la imagen depurada:
levántala en tus brazos, hazla toda de piedra
dura y fuerte y palpable como muralla.

Llévate mi alegría.
Recuérdame en la hora del silencio.
Encuéntrame en el fresco sabor de las naranjas.

Olvida que tu fiebre alucinada
naufragó en la razón del equilibrio.
Desgarra los tejidos de la angustia
de nuestro inexorable itinerario.

LA PALABRA INMÓVIL

Amor, fuera olvidarte como perder los ojos,
cegar frente a los verdes más claros de la vida,
caer en el invierno con un sueño encerrado
sepultando los brotes de la flor del prodigio.

Desconocer las formas que anidaron el tacto,
ignorar la sonrisa que prepara la aurora
en los húmedos labios terrenales;
no haber sentido nunca ese punto celeste
en el que culminaron los pasos de la sangre.

Amor, fuera olvidarte como abrazar un río desde su nacimiento
y sólo rescatar para la muerte una frente de polvo,
una carta perdida o el cadáver de un árbol.

En el pecho inocente del amor cabe todo:
ángeles y demonios, rosas y lejanías,
resurrecciones tristes y el crimen y el milagro.

Todo cabe en su hondura,
menos esa palabra de sueño sin columnas
—desierto sin arenas, mar sin agua—,
palabra inmóvil de vacía muerte:
ni ausencia, ni dolor, ni abismo… ¡nada!

El olvido, amor mío, es palabra maldita,
que retorna a lo informe, al origen de la sombra,
disolviendo la huella de la luz traicionada.

¿Cómo olvidar el aire y el agua de tu nombre?
¿Cómo olvidar la tierra y el fuego de tus manos
y el rostro de la piedra de tu rostro?

No importa la presencia, la soledad no importa,
ni los arcos de niebla que crucé por hallarte.
Amor, el victorioso latido de tu esencia
desde lo más profundo de mi ser se levanta.

LA MÁSCARA DESNUDA (DANZA MEXICANA EN CINCO TIEMPOS)
(fragmento)

Tiempo cuarto

Cuando la sed congregue racimos de colores
en el fondo del tacto sumergidos,
ecos de amanecer y madreselva
en diminutas bocas del rocío.
Y cuando el corazón, entre sus redes,
me recoja los pasos esparcidos
y quede solamente una palabra
—la palabra de muerte que me diste,
esa labrada perla que conserva mi mano,
esa lágrima dura que en tu mano es decir el infinito—
todo lo abarcaré, lo seré todo
en espacio sin tiempo y sin delirio:
encontraré la luz frente por frente,
contemplaré los ojos del principio,
daré vuelta completa al imposible
y en el Todo… seré Uno contigo.

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