Noticias Chihuahua:
Un ultimátum con aroma a tormenta diplomática cruza el Río Bravo, donde el presidente Donald Trump ha elevado la apuesta contra México al exigir el cumplimiento inmediato de obligaciones hídricas pendientes, demandando que el gobierno de Claudia Sheinbaum entregue no solo los 1,066 millones de metros cúbicos adeudados en el ciclo 2020-2025, sino que compense ese déficit en el próximo quinquenio 2025-2030, bajo amenaza de aranceles comerciales y sanciones que podrían estrangular exportaciones mexicanas en un momento donde la sequía ya devora campos en ambos lados de la frontera, transformando un tratado centenario en un campo de minas geopolítico que pone en jaque la agricultura texana y la soberanía azteca.
La escalada surgió tras una reunión tensa en el Departamento de Estado de Washington, donde funcionarios estadounidenses presionaron por «entregas máximas» de agua a Texas, argumentando que los incumplimientos mexicanos han exacerbado la escasez en el estado sureño, costando cientos de millones de dólares en cosechas perdidas para agricultores que dependen del Río Bravo para regadíos vitales. El Tratado de Aguas de 1944, que obliga a México a ceder 2,158 millones de metros cúbicos cada cinco años de ríos como el Conchos y San Juan, se tambalea ante la realidad climática: represas como Falcón y Amistad operan al 12% y 21% de capacidad, respectivamente, dejando un adeudo de 865 mil acres-pies —equivalente a más de mil millones de metros cúbicos— que Trump tilda de «robo» en su red Truth Social, reviviendo fantasmas de su primer mandato y obligando a la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) a negociar bajo la sombra de represalias que podrían golpear desde aguacates hasta autos ensamblados.
Desde el Palacio Nacional, Sheinbaum ha respondido con una mezcla de firmeza y pragmatismo, anunciando en abril entregas «inmediatas» de varios millones de metros cúbicos para apaciguar a Texas, pero advirtiendo que la sequía en Chihuahua y el norte mexicano impide un flujo total sin comprometer la vida de comunidades enteras que claman por cada gota en un desierto que no perdona. Expertos en tratados binacionales señalan que el acuerdo, diseñado por el ingeniero Adolfo Orive Alba como un reparto de «excedentes», nunca contempló megasequías como las actuales, donde México ha aportado solo 987 millones de metros cúbicos de los requeridos, un bache que Trump explota para avivar su base electoral en el sur, prometiendo «consecuencias intensificadas» si no hay un «plan confiable» que priorice las necesidades texanas sobre las mexicanas.
Este pulso no es un eco aislado en la historia de tensiones hídricas: desde el sexenio de Vicente Fox, cuando George W. Bush exigió lo mismo en su primera cumbre, hasta amenazas recientes de aranceles del 25% en abril de 2025, el agua se erige como el talón de Aquiles de la relación bilateral, donde México recibe 1,850 millones de metros cúbicos anuales del Colorado pero debe ceder más del Bravo en ciclos asimétricos que hoy parecen imposibles. Mientras la CILA propone tecnificar riegos para ahorrar hasta un 30% en el futuro, el reloj apremia: el ciclo actual vence en octubre, y un adeudo acumulado de 1,520 millones de metros cúbicos podría sumar 3,705 millones en el próximo, un yugo que Sheinbaum califica de «injusto» ante un cambio climático que no negocia tratados ni fronteras.
En este tablero de sed y poder, donde el agua vale más que el oro para el 15% de la producción agrícola texana y el sustento de millones en México, la exigencia de Trump no solo amenaza economías, sino que aviva un fuego que podría incendiar la frontera: ¿cederá Sheinbaum ante el coloso vecino, o el Bravo se convertirá en el río de la discordia que ahogue alianzas forjadas en tinta de 1944?







