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Cabo, un pastor belga malinois de siete años que sirvió a la Policía Municipal durante cuatro años, fue despedido con honores por parte de sus compañeros agentes, junto a quienes sirvió y protegió a la comunidad mediante recorridos de vigilancia y operativos especiales en la ciudad.
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Días atrás, el perro habría dado su último suspiro después de atravesar por una enfermedad conocida como displasia de cadera, un padecimiento común en este tipo de ejemplares, que lo llevó hasta el final de su existencia.
Los elementos lo recuerdan por su lealtad y disciplina hacia su manejador, a la corporación y a la comunidad chihuahuense, combatiendo día a día la delincuencia. Así, como ya se ha realizado anteriormente con otros perros que han fallecido, la corporación llevó a cabo una ceremonia formal para despedirlo.
Para recordar su memoria y legado, las cenizas fueron honradas en la Comandancia Norte, en el mismo campo donde solía recibir sus adiestramientos y pasar largas horas preparándose físicamente y en el carácter para saber cómo actuar ante las diferentes situaciones a las que se enfrentaba en las calles.
Meses antes de morir, Cabo debía ser medicado por su manejador todas las mañanas, con el fin de aminorar un poco el dolor que le causaba tan terrible enfermedad, similar a un padecimiento crónico terminal en los humanos, y el cual externaba con pequeños e intermitentes aullidos.
El policía Edwin Alán Hernández Herrera, quien fue compañero de Cabo durante sus últimos meses, le dedicó unas palabras: «Aunque era un perro de carácter fuerte, también era el más tierno y leal conmigo y con mi familia, pues se convirtió también en nuestra mascota. Cabo fue un gran compañero, amigo y policía. Era mi confidente y puso todo de su parte para cuidar de mí y de la comunidad. Su partida fue dolorosa para todos, pero su recuerdo quedará siempre en mi corazón».
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