De una vez, aclaremos paradas. En este, como en otros espacios periodísticos, a la señora Claudia Sheinbaum se le llamara presidente y no “presidenta con a”, como ella misma quiere se le nombre.
Se respetará aquí a nuestro idioma castellano y a la etimología del término. Presidente es el ente que preside.
Ahora que, si insistiera, feminizaremos la palabra y le llamaremos “presidentidad”. Entidad que preside.
Creo que lo mejor es no feminizarlo y seguir llamándola presidente.
No corrompamos, también, a nuestro bello idioma.
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Y ahora, al tema:
Seguramente, cuando niña, la presidente Sheinbaum vio algún programa de Chabelo, quien tenía una sección denominada “lo que no se debe hacer”.
Y ya adulta, investida con la banda presidencial desde el primer momento de este día, esto es lo que respetuosamente se le sugiere no hacer:
No polarizar más a la sociedad, buscar su reunificación. No gobernar solamente desde sus “mañaneras”. No excluir de ellas a los periodistas profesionales. No invitar ya más a los youtuberos que sólo le perjudicarían.
No construir obras faraónicas inservibles que seguirán subsidiándose ad infinitum. No abandonar la infraestructura social (clínicas, hospitales, escuelas) ni la de las vialidades (caminos, calles, carreteras).
No hablar sólo de corrupción y no perseguir a los muchos corruptos del sexenio que acabó ayer y de los anteriores. No usar la fuerza pública en contra de quienes disientan o protesten, esto es no seguir empleando a los enmascarados de negro que invariablemente el gobierno envía para cerrar las marchas callejeras.
No ser un clon de López Obrador.
Eso, sobre todo.
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Antes que protestar por el uso de la palabra presidente en relación con Sheinbaum, las feministas deberían levantar la voz ante el machismo de López Obrador en su relación con quien ya es su sucesora.
La besuquea, la abraza, para mostrar urbi et orbi que ella es de él, que es su creatura, que le pertenece.
Pero también la jalonea, como sucedió el fin de semana en Nayarit, amén que la trajo del tingo al tango durante los meses en los que ella debería haber dedicado a preparar la administración del país.
Le impuso todo lo que tenía que imponerle. Hasta a su Niño Guinda Andy.
A la presidente no le ha ido mejor que a Kamala Harris a quien Donald Trump llamó apenas “discapacitada mental”.
La diferencia es que las feministas de allá si están protestando, mientras que las de aquí…
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Terminó como empezó. El llamado ejercicio de comunicación circular “para la revolución de las conciencias”, como definieron los cuatroteros a las mañaneras, concluyó como circo de tres pistas.
Lágrimas, risas y amor al venerado por los “independientes”.
Música, rifa de un reloj, develación del cuadro con la pintura de AMLO.
Los ojos de López Obrador dejaron que asomaran lagrimitas de “contento”.
Frivolidad, Pura frivolidad. Y autoelogios quien dice dejar a un país vivible, sin temores ni angustias, “feliz, feliz, feliz”.
¿Usted le cree?