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China realizó el desfile militar más imponente de los últimos tiempos para conmemorar el aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Liderado por Xi Jinping, el evento contó con la presencia de Vladimir Putin y Kim Jong‑un, además de autoridades de Bielorrusia, Irán y Myanmar, entre otros.
El desfile incluyó misiles hipersónicos, drones y un despliegue tecnológico que deja claro el nivel militar alcanzado. El mensaje fue contundente: China busca posicionarse como alternativa al liderazgo occidental.
Simultáneamente, se celebró la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin, donde se discutieron iniciativas de cooperación en temas energéticos y económicos con Rusia e India.
Analistas destacan que China promueve un modelo de gobernanza centrado en la soberanía y el orden, en contraste con las democracias occidentales. Su presencia diplomática y militar apunta a redefinir el orden global.
El desfile y la cumbre forman parte de una estrategia deliberada para presentar una propuesta atractiva a regímenes autoritarios o en desarrollo que buscan otro modelo de estabilidad.
El fenómeno refleja la percepción de un debilitamiento del liderazgo de Estados Unidos, reforzada por políticas erráticas que debilitan la certeza internacional.
Este tipo de eventos marca un cambio concreto: ya no es solo un juego diplomático, es una afirmación de presencia y poder global.
En suma, China no solo está siendo más asertiva; está redefiniendo su papel como actor global con visión de largo plazo.







