En junio de 2020, un tramo de 600 metros de la carretera federal que va de Playa del Carmen, municipio de Solidaridad, a Tulum, en Quintana Roo, y donde pretendía correr el Tren Maya, colapsó a causa de un socavón.
Estudios realizados en esta zona sobre la mecánica de suelos por parte del Círculo Espeleológico del Mayab advirtieron la existencia de una red de cuevas subterráneas que se extienden por todo el tramo carretero, lo cual prendió las alertas sobre la idoneidad de este terreno para el tránsito de una de las obras más importantes en materia de infraestructura del sexenio.
Ahora, con su más reciente reubicación de febrero hacia una parte del periférico y a un costado de la carretera federal 307, el tramo 5 del Tren Maya ha activado a defensores del medio ambiente e investigadores, quienes han alertado que mandar la vía del ferrocarril sobre el derecho de vía del tendido eléctrico de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no sólo pone en riesgo el sistema de cenotes, cavernas y ríos subterráneos del estado, sino el propio funcionamiento del tren.
Según mapeos realizados por la asociación El Gran Acuífero Maya, tan sólo en Tulum existen al menos 2,000 kilómetros de pasajes subterráneos inundados con características de terreno kárstico.
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La Península se caracteriza por tener un suelo con estas condiciones, es decir, este tipo de terreno se constituye fundamentalmente por rocas compactas como la caliza, dolomía y el yeso, entre otros minerales solubles en agua, y que lo hace inestable, con movimiento.
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