PAUSA.MX

¿La persona buena es buena porque quiere ser buena, o porque lleva en sus genes la bondad?

Y la persona mala, ¿es mala porque quiere ser mala, o porque genéticamente está condicionada para tener comportamientos malos que hacen daño a los demás?

He ahí el gran dilema de la condición humana.

Y como humano que es –aunque su grey insista en divinizarlo– el ángel de Andrés Manuel López Obrador ha perdido irremediablemente la batalla frente a los muchos demonios que lo atormentan.

“Sólo es bueno para lo malo”, me dijo apenas un amigo llegado de tierras emeritenses.

Y sí. Es bueno para polarizar.

Bueno, también, para insultar.

Resultó buenísimo para mentir.

Bueno para inventar, cuando dice tener “otros datos”.

Y ni qué decir de lo bueno que nos salió para traicionar todo aquello que se comprometió a hacer durante sus primeros 18 años de campaña y que incumplió apenas hizo su entrada triunfal a Palacio Nacional.

No combate a la corrupción, más bien, junto con sus familiares, ya se sumó a ella.

No regresó a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, lamentablemente las usa –y abusa– para un barrido y hasta para un fregado.

Asesinatos, secuestros, levantones, feminicidios, todo tipo de crímenes van al alza, cuando él decía que los reduciría. Si hasta parece que es más amigo de los delincuentes que de sus víctimas.

Tampoco sacó de pobres a los pobres, pero sí aumentó su número en cantidad y en calidad: las clases medias empobrecieron y los pobres de siempre hoy están en la miseria.

AMLO es muy bueno para añorar el pasado y desdeñar el presente lo mismo que el futuro.

¿Sabe usted para lo que Andrés Manuel sí es muy malo?

Es verdaderamente malo para gobernar a una Nación como la nuestra.

No sabe. No puede. No quiere.

Sus muchos demonios –ira, envidia, mentira, ignorancia…– siempre ganan la batalla en su interior.

Esa pura esencia de la maldad en quien hoy es Presidente de la República lo hace actuar de una manera irracional. Dominado tal vez por poderes violentos y por arrebatos de ira que someten y bloquean su capacidad de raciocinio para distinguir entre el bien y el mal pierde muchas veces el sentido de la realidad.

 

Hasta la sucesión se polarizó

En la aritmética política, AMLO también es muy bueno para restar y para dividir.

De los 30 millones de votos que tenía, si acaso ya no’más le quedan 15 –“acarreo” y compra de votos, incluidos– y cada día se le escapan más.

Y para dividir, ¡qué le cuento!

Su propio equipo está fragmentado.

Se hace evidente en la muy adelantada sucesión presidencial.

Tiene a su consentida. Al ignorado. Al que va a pedirle que se baje de la contienda, por segunda ocasión. Y recién apenas, al que mete con cizaña.

Consentida o no, Claudia Sheinbaum tiene que correr, apurarse, para hacerse presente. Y es que por más que su jefe le levante el brazo, la “regenta” sigue siendo la gran incógnita. Nadie sabe cómo es ella en realidad.

Ricardo Monreal, el olvidado, dice que sin halago de boca propia, porque eso es vituperio, está preparado, tiene experiencia acumulada, 45 años en el servicio público, proviene de una familia humilde, 14 hermanos, ha sido producto de la cultura del esfuerzo y cree ser el mejor para suceder al presidente López Obrador.

Marcelo Ebrard hace su luchita, aunque sabe que el final está cantado. Que AMLO lo usa, pero no le tiene confianza.

Y last but not least o, como dicen los angloparlantes, lo último pero no al último, su paisano, pariente, hijo de su protector Payambé, su notario, quien la brinda la fe pública… ¡Adán Augusto López! por quien pide porras a la diputación de Morena en su ya tradicional papel de meras comparsas de usted ya sabe quién.

AMLO no suma ni multiplica. Sólo resta y divide.

Bueno, en fin, que es para la maldad.

Indicios

Ahora que el titular de Relaciones Exteriores está en Washington, por favor no lo dejen solo en las oficinas de los funcionarios del gobierno de Joseph Biden. Ya vio usted la doblada que Donald Trumple dio a Ebrard –y con él a AMLO, al país y sobre todo a quienes pagamos impuestos para mantener a miles de soldados como policías migratorias de los gringos en nuestras fronteras sur y norte– y que, como ya le tomaron la medida, cualquier otro podría darle su respectiva doblada. * * * ¿Quién aconsejaría a la no Primera Dama Beatriz Gutiérrez Müller la lectura de un cuento de terror para celebrar a los niños en su día? Una historia de una mujer gorda como hipopótamo –ojo Conapred– que echaba gotas de limón en los ojos de sus hijos… * * * Por hoy es todo. Gracias por leer hasta el punto final de este texto. Y recuerde, como siempre, que el escribidor le desea que tenga usted ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

Por AL PE

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