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Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
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Vivimos en una época donde la ultraderecha ya no se disfraza de “pro-democracia» y recientemente lo vimos con Bukele y lo observamos con Milei, líderes que, aún popularísimos en sus países, han dejado en evidencia que el pluralismo ya no está, ni estuvo de facto, entre sus prioridades.
En El Salvador, el presidente Nayib Bukele, admirado por su mano dura contra las pandillas y su “efectividad con la tolerancia cero”, recientemente logró que la Asamblea Legislativa, es decir sus legisladores, aprobaran en una sesión exprés reformas constitucionales que eliminan los límites a la reelección presidencial, extienden los mandatos de cinco a seis años y suprimen la segunda vuelta electoral
Organismos como Human Rights Watch consideraron esta determinación un paso hacia la consolidación de un modelo autoritario, e incluso alertaron de una Sistemática erosión democrática, comparándolo con regímenes como Venezuela o Nicaragua
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Bukele ya había pavimentado ese camino hace tiempo, basta con recordar que en 2021, despidió prácticamente de un día para otro a la Corte Suprema y al fiscal general, nombrando a personas afines al Ejecutivo. Luego vino la implementación de una cárcel ultra vigilada, el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) plenamente exhibicionista, como si la represión fuera espectáculo de masas y siendo compartido en redes como algo “cool” a través de influencers de otros países. Más allá de su popularidad, lo que hoy sostiene Bukele es un poder sin contrapesos, cimentado en represión, y una retórica de “seguridad ante todo” que cobija voces disidentes
Del otro lado, en Argentina, Javier Milei llegó al poder con una crueldad retórica teñida de espectáculo, “General Ancap”, una figura populista construida desde la provocación. Tras asumir, impulsó una reforma “motosierra” recortes masivos de ministerios, despidos generalizados, ajustes radicales que han profundizado la pobreza, la inflación y la crisis social. No contento con eso, su administración ha cerrado unidades de memoria histórica, despedido empleados vinculados a víctimas de la última dictadura y desmantelando instituciones dedicadas a preservar derechos fundamentales El cierre del Centro Cultural Haroldo Conti y la desaparición de la Unidad Especial de Investigación sobre niños desaparecidos son actos simbólicos, y letales, contra la memoria colectiva y la justicia social.
Milei también ha sido vinculado al resurgimiento de servicios de inteligencia que vigilan opositores y organizaciones sociales, de manera ilegal, algo que evoca recuerdos sombríos de la historia argentina.
Lo común entre Bukele y Milei no es solo su éxito electoral, ni su discurso populista, es cómo sus prácticas configuran una nueva forma de autoritarismo: autoglorificado, mediático, enfocado en el control directo. Democracias competentes, pero que han dejado el pluralismo atrás.
Reconozco que estos líderes derrochan carisma y entiendo que al amparo de su narrativa, millones claman por orden, por resultados, por certeza, sin embargo, si algo define a una democracia de verdad, no es solo que haya elecciones cada tanto, sino que exista pluralidad real, debate vigoroso, instituciones independientes, prensa libre, y oposición con voz.
El peligro real no está en el carisma político o las cifras de popularidad, hoy está en que ese dueño del poder exija aplausos y silencio, sin importar quién se lo pregunte.
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