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En política pocas coincidencias existen, y en Chihuahua mucho menos. Por eso, cuando apareció la revista —o portal, según convenga— “Que Bonilla es Chihuahua”, el olfato público no tardó en percibir que aquello no era un simple proyecto editorial, sino un instrumento promocional rumbo a la gubernatura para Marco Bonilla. La pregunta que quedaba en el aire era: ¿quién está detrás de esta operación de imagen?
La respuesta ya circula en pasillos y grupos de WhatsApp: Roberto Aguirre Rodríguez, CEO de Change and Code. Y no, no se trata de un ciudadano entusiasta que, movido por el amor al terruño, decidió impulsar al alcalde. Aguirre es el mismo que diseñó el portal “Chamba Bot”, promovido oficialmente por el propio Municipio, además de mantener contratos con el ICM y el Ayuntamiento. En otras palabras, no estamos ante un espontáneo, sino ante un engrane bien colocado dentro de la maquinaria institucional.
Por eso resulta difícil —por no decir inverosímil— que el edil capitalino pretenda deslindarse del contenido y propósito de “Que Bonilla es Chihuahua”. Lo mismo ocurrió cuando la presidenta del país denunció un supuesto acoso de un desconocido: el público no compró la versión. No es escepticismo gratuito; es memoria. En ambos casos, la narrativa oficial choca con la lógica, y la lógica suele imponerse.
Al final del día, todo apunta a que la promoción no es accidental, ni aislada, ni ajena. Está orquestada. Es parte de una estrategia que mezcla recursos, imagen pública y plataformas disfrazadas de proyectos ciudadanos. El problema no radica solo en quién diseña la propaganda, sino en que se haga desde estructuras cercanas al poder, con la pretensión de que la ciudadanía no notará los hilos que mueven la marioneta.
Y si algo ha demostrado Chihuahua es que su gente puede tolerar muchas cosas, menos que la quieran ver la cara.







