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Un grito ahogado en la noche chihuahuense se convirtió en el preludio de una escena de crueldad inimaginable, cuando testigos alertaron al 911 sobre un hombre que fue brutalmente lanzado desde un puente peatonal en la arteria principal de la ciudad de Chihuahua, un suceso que transforma una ruta cotidiana en un abismo de terror y que ha desatado una cacería frenética por parte de las autoridades ante lo que parece un crimen pasional o un ajuste de cuentas que no perdona la vida humana.
El incidente irrumpió alrededor de las 10 de la noche en el puente que cruza la Avenida Tecnológico, donde el infortunado —un varón de aproximadamente 35 años identificado como Juan Carlos Ramírez por sus pertenencias— fue visto forcejeando con al menos dos agresores enmascarados antes de ser precipitadamente arrojado al vacío, impactando el pavimento con un estruendo que estremeció a los conductores que pasaban por debajo. Paramédicos de Urgencias Médicas llegaron en minutos, pero solo pudieron certificar la muerte instantánea por politraumatismos graves y fracturas múltiples, mientras la sangre se extendía como un río carmesí bajo las luces intermitentes de las patrullas que acordonaron el área en un radio de 200 metros.
Elementos de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua (FGE) y la Policía Municipal desplegaron un operativo inmediato, revisando cámaras de vigilancia de la zona que capturaron fragmentos del forcejeo y la huida de los responsables en un sedán oscuro con placas tapadas, un detalle que apunta a la premeditación de un acto que deja a la familia de la víctima sumida en el duelo y a la comunidad exigiendo respuestas sobre la escalada de violencia urbana que ha convertido puentes en trampas mortales. Peritos recolectaron evidencias como un teléfono celular destrozado y huellas dactilares preliminares, mientras el Ministerio Público clasifica el caso como homicidio calificado, con posibles agravantes de alevosía que podrían endurecer las penas si se captura a los culpables.
Este lanzamiento fatal no es un eco aislado en un estado donde los homicidios por ajuste de cuentas han multiplicado sus sombras, recordando incidentes similares en la frontera donde el narco usa alturas para enviar mensajes sangrientos. Autoridades estatales ya han incrementado patrullajes en puentes y pasos elevados, pero el impacto psicológico en una ciudad que duerme con un ojo abierto resuena como un recordatorio de la fragilidad de la vida cotidiana, donde un paseo nocturno puede terminar en un vuelo forzado hacia la nada.
Mientras el cuerpo de Ramírez es llevado a la morgue para una autopsia que desentrañe si hubo signos previos de tortura o si el forcejeo fue el clímax de una persecución, vecinos de la zona claman por iluminación adecuada y presencia policial constante, tejiendo un velo de miedo que obliga a replantear la seguridad en infraestructuras que deberían unir, no separar en la muerte. En Chihuahua, este «lanzamiento del puente» se erige como un capítulo más en el libro de horrores urbanos, urgiendo una justicia que no caiga al vacío como su última víctima.







