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Un diputado cercano al partido que gobierna México sorprendió al afirmar que aproximadamente el “70 % del país” está bajo influencia del crimen organizado, y que éste ejerce control político real en muchas localidades.
La declaración puso de relieve la magnitud del poder del narcotráfico en el país y generó un debate inmediato sobre la debilidad del Estado frente a las mafias y la penetración del crimen en la esfera pública.
Según se analiza, la presencia de grupos delictivos infiltrados en gobiernos municipales y estatales, así como la corrupción vinculada al narcotráfico, dificulta la implementación de políticas de seguridad eficaces y confiables.
El gobierno federal respondió calificando la declaración como “exagerada” mientras prometía reforzar los mecanismos de rendición de cuentas, transparencia y combate a la impunidad en las regiones más afectadas.
La crisis de legitimidad que abre esta admisión hace que la sociedad cuestione el verdadero grado de autonomía de gobiernos locales y exija mayores garantías de independencia institucional.
Para los analistas, la afirmación evidencia que la lucha contra el narcotráfico en México no solo es una cuestión de seguridad, sino de política institucional y del fortalecimiento del Estado de derecho.
La involucración del crimen en la política local, el cobro de extorsiones, el “derecho de piso” y la manipulación de elecciones son algunos de los mecanismos que, se dice, permiten al narcotráfico operar con impunidad.
El reto para México es claro: restaurar la credibilidad de sus instituciones, romper la complicidad estructural y garantizar que la ciudadanía no quede en manos de actores paralelos al Estado.
Este momento podría marcar un punto de inflexión si el gobierno actúa con firmeza; pero también implica riesgos si la narrativa permanece sin acción o transparencia.
En síntesis, la frase impactante del diputado funciona como una llamada de atención sobre el equilibrio de poder interno en México y la urgencia de reformas profundas.







