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A pesar de los millonarios contratos que el Municipio de Chihuahua ha destinado al arrendamiento y compra de patrullas nuevas, la realidad en las calles cuenta otra historia: aún circulan unidades sumamente viejas, algunas con más de 15 años de servicio, que parecen más listas para un museo de fierros que para una persecución policial.

El tema del arrendamiento de patrullas ha representado una inversión enorme para las arcas municipales. Tan solo en un contrato reciente se aprobaron 159 millones de pesos para la adquisición de 154 unidades nuevas, y otro acuerdo de arrendamiento alcanzó la cifra de 925 millones de pesos. En teoría, estas inversiones deberían garantizar una flotilla moderna, funcional y segura para los agentes y la ciudadanía.
En la práctica, sin embargo, todavía se ven esas viejas camionetas blancas con el logo descolorido, luces parchadas y un ronquido de motor que delata años de “servicio intenso”.

No son pocas las que, literalmente, ya han pasado por varias administraciones municipales y aún siguen rodando. Algunas lucen soldaduras improvisadas, pintura desgastada y llantas al borde del retiro. Y mientras los anuncios oficiales hablan de renovación y eficiencia, esas patrullas envejecidas siguen dando rondines —y pena ajena— por las colonias de la ciudad.

Resulta difícil justificar que con casi mil millones de pesos en arrendamientos, todavía haya unidades que, más que inspirar confianza, provocan dudas sobre el verdadero destino de esos recursos. Porque si ya se pagaron tantas patrullas nuevas, ¿por qué seguimos viendo las mismas de siempre?

Entre la promesa del equipamiento moderno y la realidad del motor que apenas arranca, queda claro que algo no cuadra. Y aunque se renueve la flota en el papel, en la práctica el parque vehicular de la Policía Municipal sigue teniendo más pasado que futuro.

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