En Madagascar estalló una crisis política profunda cuando fuerzas del ejército asumieron el control del país, después de semanas de protestas callejeras masivas contra el gobierno. El estallido social tiene orígenes en el descontento con los cortes de agua, apagones frecuentes y el reclamo de dimisión del presidente Andry Rajoelina.
La unidad militar CAPSTAT salió de sus cuarteles y anunció que su propósito no es derrocar el orden, sino “garantizar el orden público”. Se designó al general Demosthene Pikulas como nuevo jefe militar, y se informó que la gendarmería apoyaría sus acciones en coordinación oficial.
El presidente Rajoelina fue evacuado; fuentes indican que salió del país bajo escolta militar y que podría estar en Emiratos Árabes Unidos. No hay confirmación oficial sobre su destino, pero el vacío institucional es ya un hecho.
La televisión estatal cambió manos rápidamente, y el ejército comenzó a emitir comunicados explicando que su intervención era temporal hasta restablecer la gobernabilidad. En paralelo, grupos opositores denunciaron la medida como un golpe ilegal.
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El nuevo mando militar ha declarado que no asumirán funciones ejecutivas plenas ni se reemplazará al gobierno civil, al menos por ahora. Sin embargo, esta promesa genera escepticismo entre analistas y la población.
Durante las manifestaciones, al menos 22 personas habrían muerto y más de cien resultaron heridas. Las protestas estallaron luego de que numerosos barrios urbanos se quedaron sin servicios esenciales por días seguidos.
La comunidad internacional reaccionó con cautela. Países vecinos y organismos regionales han exigido restaurar el orden constitucional y evitar violencia. Algunos han expresado su respaldo al gobierno legítimo.
Esta crisis pone en evidencia la fragilidad institucional del país insular africano. Madagascar llevaba tiempo lidiando con problemas estructurales: desigualdad, déficit de servicios públicos y déficits de gobernabilidad.
El riesgo inmediato es un vacío de poder prolongado, con consecuencias humanitarias y políticas graves. La población está expectante ante la evolución del conflicto entre los militares y el orden civil.
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