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China y Rusia han fortalecido su cooperación estratégica, sobre todo en materia energética y política, como parte de una tendencia más amplia de reequilibrio de poder global. En una reunión reciente, ambos países firmaron un acuerdo para construir un gasoducto que transportará grandes volúmenes de gas a China durante los próximos 30 años, lo que demuestra una dependencia mutua creciente.

Este acuerdo se interpreta como parte de la estrategia de China para posicionarse como líder en un mundo multipolar, distanciándose de las instituciones occidentales tradicionales. Rusia, por su parte, aprovecha su aislamiento geopolítico para consolidar lazos con Asia y países que buscan alternativas fuera del bloque occidental.

Expertos señalan que esta realineación podría tener implicaciones profundas: no solo en economía e infraestructura energética, sino también en diplomacia, seguridad y alianzas militares. Muchos ven este movimiento como una respuesta directa a sanciones impuestas a Rusia y a la presión internacional sobre China.

Además, dentro de China se ha promovido la idea de un nuevo orden mundial (“New World Order”) en el que se valoren más la soberanía nacional, la no intervención externa y mecanismos de cooperación que no dependan exclusivamente de Occidente.

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Estados Unidos y varios países europeos observan estos movimientos con preocupación, pues podrían reducir su influencia global y alentar a otros países a alinearse con Beijing o Moscú para evitar represalias o sanciones occidentales.

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Por AL PE

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