La presidenta Claudia Sheinbaum solicitó formalmente al gobierno de Estados Unidos la extradición de dos personas vinculadas con la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, ocurrida en 2014. Este pedido tuvo lugar durante una reunión bilateral con el secretario de Estado Marco Rubio y días después fue informado personalmente a los padres de las víctimas.
Aunque la petición representa un avance, los familiares de los estudiantes manifestaron decepción porque aún no hay nuevos avances concretos ni se han dado a conocer los nombres de los implicados. La falta de información genera dudas y mantiene viva la exigencia de justicia.
La presidenta anunció además que un equipo científico continúa analizando llamadas telefónicas realizadas durante y después de la desaparición, aunque aún no hay resultados concluyentes. En paralelo, anunció el reforzamiento de la fiscalía especial encargada del caso.
El anuncio reconoce la persistente sensibilidad social que rodea a Ayotzinapa: familiares, organizaciones civiles y la sociedad en general exigen respuestas claras, y cualquier avance puede generar expectativas, pero también frustración, si no se traduce en justicia.
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El hecho de que este tema haya sido llevado hasta una mesa de diálogo internacional con Estados Unidos demuestra el peso diplomático y político que aún tiene, más de una década después.
La extradición es un paso importante, pero nada garantiza que ocurra —por lo que sigue siendo un proceso largo y pendiente, que dependerá de la cooperación judicial entre ambos países.
Mientras tanto, los padres y madres continúan movilizados, exigiendo no solo culpables, sino verdad, reparación y memoria. La política mexicana enfrenta desafíos en cumplir con esas demandas.
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