Donald Trump, al parecer, se está tomando en serio el regresar el término ‘tradwife’… tan solo en 2025, las madres de entre 20 y 44 años con hijos pequeños están abandonando el mercado laboral de forma continuada, según un reciente análisis retomado por la revista The New Republic.
En julio de 2025, la tasa de participación laboral de estas mujeres en Estados Unidos alcanzó el 68 %, casi dos puntos porcentuales menos que en enero, tras un máximo del 71 % registrado en agosto de 2023. En contraste, los padres de esa misma cohorte han visto un incremento en su presencia laboral: actualmente la tasa se sitúa en el 96%, aproximadamente su promedio histórico.
La reversión de esta tendencia, en una década caracterizada por la incorporación creciente de mujeres al mercado laboral, pone en evidencia cómo muchas de las condiciones favorables que se implementaron durante la pandemia han desaparecido. Las políticas de flexibilidad y trabajo a distancia que ayudaron a estabilizar la participación maternal se han reducido drásticamente o eliminado por completo, coinciden expertos que monitorean estas cifras.
“En mi opinión, la caída en 2025 demuestra que, al convertir el entorno laboral flexible en una experiencia, una expectativa o un comportamiento normativo dentro del mercado laboral, las madres pudieron acelerar su participación en la fuerza laboral”, afirmó la Dra. Misty Heggeness, economista de la Universidad de Kansas, quien trabajó anteriormente en la Oficina del Censo.
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La experta supervisa este fenómeno mediante datos mensuales de la Encuesta de Población Actual, elaborada conjuntamente por esa oficina y la Oficina de Estadísticas Laborales, según reportó The Washington Post a comienzos de este mes.
Las madres, que vieron en la pandemia una oportunidad gracias al trabajo remoto, ahora enfrentan una realidad laboral restrictiva.
El trabajo a distancia alcanzó un pico de 60% de las jornadas laborales remuneradas en mayo de 2020. Durante ese período, muchos empleadores reconocieron el valor de retener a estos trabajadores y ofrecieron mayores beneficios negociables. Pero esa flexibilidad ha desaparecido y, según Heggeness, “Hay menos apoyo al trabajo remoto, por lo que está más estigmatizado… los empleadores son más críticos al respecto”. El entorno laboral actual, advierte, refleja una falta de voluntad para mantener dinámicas inclusivas.
Además, se observa que la administración Trump ha reforzado políticas destinadas a revivir empleos tradicionalmente masculinos, especialmente en minería o manufactura, mientras descarta el rol productivo de los empleos de servicios —sectores en los que predominan mujeres—. Estas políticas no solo han desmantelado programas de diversidad e inclusión en el gobierno federal, sino que han reducido el acceso a trabajos con flexibilidad laboral, afectando significativamente a las mujeres, en especial a mujeres afroamericanas y latinas.
Para colmo, la administración apela al pronatalismo en lugar de fortalecer la infraestructura de apoyo a las familias.
Entre las medidas estudiadas están un bono de 5 mil dólares por cada recién nacido y una “Medalla de la Maternidad” para madres numerosas. Un reciente proyecto de ley federal contempla una cuenta de mil dólares para hijos nacidos hasta 2028, junto con incentivos fiscales para ahorro familiar. Críticos observan que esas cifras son insignificantes frente al enorme costo real de criar hijos hoy en Estados Unidos.
Mientras tanto, figuras como el vicepresidente J.D. Vance promueven la idea de que las mujeres y abuelas deberían quedarse en casa para criar niños, y han ridiculizado a mujeres profesionales sin hijos.
“Hay mujeres que creen que… el camino de la liberación es pasar 90 horas a la semana trabajando en un cubículo… en lugar de formar una familia… Ese es, en realidad, un camino a la miseria”, declaró en 2021.
Este debate ocurre en un contexto donde republicanos estatales y federales avanzan en la restricción de derechos reproductivos y salud integral. Doce estados han prohibido el aborto por completo, y siete más lo han restringido en etapas tempranas del embarazo. Además, políticas pronatalistas sin acceso garantizado a fertilización in vitro (FIV) o tratamientos médicos efectivos configuran una paradoja: se promueve que las mujeres tengan más hijos sin ofrecerles medios adecuados para lograrlo.
El discurso dominante sugiere que quedarse en casa o trabajar debería ser una decisión personal libre de obstáculos, pero muchos factores estructurales limitan esa libertad. La desaceleración económica, altas tasas de inflación y hábitos laborales rígidos influyen en la decisión de muchas madres de priorizar la estabilidad familiar frente al empleo. Y los datos confirman esta tendencia: mientras los padres mantienen o aumentan su presencia en la fuerza laboral, las madres optan por el cuidado infantil.
Como señala Heggeness, permitir que las madres abandonen el mercado laboral sin apoyos adecuados conlleva un costo doble: ellas pierden ingresos y desarrollo profesional; la economía pierde el talento de una población con habilidades excepcionales para gestionar múltiples responsabilidades. El ausentismo laboral femenino mina la justicia social y reduce la productividad económica general.
Sin condiciones laborales flexibles, políticas familiares robustas y protección para los derechos reproductivos, la participación económica femenina no solo se estanca, retrocede. Y una economía que excluye a las madres pierde innovación, resiliencia y avance hacia la equidad.
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