Miles de estadunidenses, más que nunca, están muriendo por sobredosis mientras la más reciente ola de la epidemia de opioides arrasa todas las comunidades y en todos los rincones del país. Ciudades fantasma, personas deambulando por las calles, casos de famosos que murieron consumiendo esta droga… son los escenarios más visibles de esta epidemia que ha dejado 112 mil personas muertas entre julio de 2022 y 2023.
De esas muertes, más del 66% estuvieron relacionadas con el fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína. Tan potente, que incluso los consumidores de drogas experimentados pueden sufrir una sobredosis si cometen pequeños errores de dosificación, o si un lote de medicamentos incluye una versión más fuerte de lo habitual
¿Cómo nació la ‘crisis del fentanilo’ en Estados Unidos?
La crisis del fentanilo es simplemente, en muchos sentidos, la última ola de una crisis de opioides —la cuarta, de hecho— que comenzó con la prescripción excesiva de analgésicos en la década de 1990, asando de tener de cerca de 4 mil 500 muertes ese año a más de 100 mil en 2023. Pero el problema es mucho más antiguo.
En los años de 1980 existió la ‘epidemia del crack’, en el que miles de personas —principalmente afroamericanos— consumían cocaína fumable, que era fácil de conseguir en esa época, y que llevó a un endurecimiento de la política de drogas en Estados Unidos, así como un aumento drástico en el número de arrestos y personas detenidas por posesión y consumo de drogas, así como el aumento de la delincuencia y la violencia armada.
Pero primera ola ‘actual’ comenzó en esa década de 1990, debido al impulso ‘desmesurado’ del uso de medicamentos opioides como OxyContin —producido por la desaparecida farmacéutica Purdue Pharma, y uno de los medicamentos que mató al rapero estadunidense Mac Miller— y el fentanilo médico para el tratamiento del dolor crónico… como el de salir de una operación o una lesión, al grado de ser los medicamentos más recetados en todo Estados Unidos.
Los médicos se negaban a recetarlos bajo la premisa de que carecían información sobre su funcionamiento, pero las farmacéuticas —en complicidad con las cadenas de farmacias—, insistieron en que sus medicamentos no generaban adicción. Quienes eran adictos a las drogas empezaron a consumir estos opioides por tres razones: era legal, barato… y porque tenía mayor efecto.
Esas pastillas recetadas dieron paso al consumo de heroína en la década de 2010, seguida rápidamente por una afluencia de fentanilo y otros opioides sintéticos unos años más tarde. Muchas personas adictas a los opioides pasan de tomar estos medicamentos recetados a la heroína porque es menos costosa y se adquiere más fácilmente en el mercado negro.
Con los años, el fentanilo llegó a dominar el mercado de drogas ilícitas, reemplazando por completo a la heroína en muchas áreas, y las muertes por sobredosis se dispararon. Desarrollado por primera vez en 1959 como anestésico intravenoso, el fentanilo se produce legalmente y se utiliza ampliamente para aliviar el dolor. Para usuarios sin una tolerancia desarrollada, solo 2 miligramos pueden ser fatales.
A diferencia de otras drogas, que tienen un origen natural, la metanfetamina y el fentanilo se pueden producir en espacios pequeños con equipamiento básico. En las junglas o en los apartamentos de la ciudad, los laboratorios se esconden fácilmente.
¿A quiénes afecta la actual crisis del fentanilo?
El fentanilo ha afectado a todos los grupos sociales, sin distinción… pero si lo representáramos en una imagen promedio de quién ha sido el blanco fácil de esta crisis de opioides son: hombres jóvenes, de máximo 30 años de edad, de raza blanca, nativos americanos o afrodescendiente, muchos de ellos de zonas rurales y de suburbios de clase media o baja, que son más susceptibles la carencia de servicios de salud.
Quienes tienen las tasas más bajas de muertes por sobredosis son los latinos, los nativos hawaianos y los asiáticos. El Consejo Nacional de Seguridad, una organización sin fines de lucro, calculó en 2017 que las probabilidades de morir por una sobredosis de opioides (1 en 96) en 2017 eran mayores que las probabilidades de morir en un accidente automovilístico (1 en 103) en los Estados Unidos.
Estados como Virginia Occidental, Tennessee, Delaware, Maine, Nuevo México y Carolina del Sur son las entidades que registran más muertes por el consumo de fentanilo. Sin embargo, expertos ha estado reportando tasas de mortalidad más altas relacionadas con el uso de fentanilo y otras drogas en los estados del noreste de Estados Unidos —como Vermont y Connecticut—, donde tradicionalmente la cocaína ha estado más disponible.
Esta crisis ha contribuido a una disminución de la esperanza de vida en los Estados Unidos en los últimos años. A diferencia de años anteriores, la adicción a las drogas ya no se limita principalmente a ciertos puntos de acceso social en las principales ciudades —como en los barrios peligrosos—, sino que afecta también a la clase media en las zonas rurales estadunidenses.
Incluso, esta crisis de opioides se ha extendido a tal punto que los padres han optado a que sus hijos lleven en sus mochilas un paquete de Naloxona en caso de que ellos o uno de sus compañeros padezca de una sobredosis. El Narcan recientemente fue aprobado para su uso por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) en marzo de 2023.
¿Esta crisis del fentanilo hizo que la gente parezca ‘zombie’ en la calle?
Respuesta corta: sí. El ejemplo más visible de esta crisis es la Avenida Kensington, en Filadelfia,donde se han visto a miles de personas sin hogar, durmiendo en tiendas de campaña, que consumen fentanilo y otro tipo de drogas debajo del paso del Metro. El efecto de estas drogas ha hecho que la gente camine sin rumbo, sin conciencia de lo que están haciendo. El efecto también se puede ver en ciudades como Los Ángeles, San Francisco y Nueva York.
Ahí, los drogadictos se inyectan la droga con agujas en los brazos, cuello y entre los dedos de los pies. Cojean y cabecean y algunos están tirados en el suelo y parecen estar muertos. En Kensington también se han vuelto muy popular el consumo de Xylazine o ‘tranq’, que es un sedante mortal que se usa para mejorar los efectos de la heroína, la cocaína y el fentanilo.
Aunque la situación ya venía en aumento desde 2019, la situación se agravó a partir de la pandemia de covid-19. El aislamiento, el desalojo de personas que se quedaron sin empleo y sin hogar, las afectaciones en la salud mental y la fácil asequibilidad de las drogas provocó que esta cuarta ola de opioides sea la más grande y la más mortífera en la historia de Estados Unidos.
Por ello, se está volviendo más común que muchas personas de la farándula, y cercanas a ella —como la reciente muerte de Adam Harrison, hijo de Rick Harrison, dueño de la casa de empeño Gold & Silver en Las Vegas y conductor del programa ‘El Precio de la Historia, el rapero y compositor Coolio, o el actor Angus Cloud, el actor que protagonizó la serie de ‘Euphoria’— mueran por sobredosis de drogas.
¿Por qué los estadunidenses son más susceptibles al consumo de drogas?
Por toda una mezcla de factores. La actual política antidrogas en Estados Unidos, el poder de las farmacéuticas en el suministro de opioides, la pérdida de poder adquisitivo en muchos sectores de la sociedad, la falta de acceso a un buen sistema de salud, el aislamiento y falta de interacción provocado por la vida en los suburbios, así como una glorificación del consumo de drogas son parte del ‘coctel’ para el que los estadunidenses suelen consumir drogas.
La política antidrogas, impuesta desde la administración de Richard Nixon, ha provocado una criminalización generalizada a quien consume estupefaciente y a su vez, un aumento en el número de delitos por decomisos y consumo, y al ser un mercado prohibido, los traficantes lo ven como negocio. Sucede un poco al efecto causado durante la ‘Gran Prohibición’ de a principios del siglo XX, que tras prohibir el alcohol y las apuestas, las mafias italianas aumentaron su poder.
Las farmacéuticas cuentan con un enorme poder económico dentro de Estados Unidos, al grado de promocionar medicamentos controlados bajo receta médica en canales de televisión. El OxyContin fue vendido como «remedio» para cualquier dolor, al grado de usarse mejor para desinflamar que medicamentos tradicionales como el paracetamol, el naproxeno o el ibuprofeno.
Además de ese poder económico, el sistema de salud en Estados Unidos es prácticamente privado y es necesario contar con un seguro médico. De lo contrario, se suelen pagar enormes cantidades de dinero para operaciones tan sencillas como extraer una muela, una fractura de brazo, o incluso, un malestar estomacal. Es más fácil y accesible la automedicación, impulsado también por la publicidad de las farmacéuticas.
El poder adquisitivo no ha mejorado mucho en Estados Unidos a partir de las políticas neoliberales implementadas en el gobierno de Ronald Reagan, principalmente dentro de las clases bajas. Esto ha hecho que haya una profunda desigualdad en varios puntos de Estados Unidos.
Además, los suburbios fueron diseñados para alojar a familias en la mayor extensión posible, que a comparación de las densas ciudades, provocan un aislamiento a tal punto que para ir a comprar víveres es necesario utilizar automóvil. Esto incide en una mayor tasa de depresión y mayor facilidad a consumir drogas. Y todo esto, sumado a una cultura que ha impulsado las drogas, no para moderar su consumo… sino para glorificarlas. Mucho de esto se puede ver en el cine, en la música y en la televisión estadunidense.