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Insisto, este es el gobierno más violento que hemos tenido desde que los militares abandonaron la presidencia de la República. Que se establezcan las estadísticas, y podrá constatarse que durante los últimos cuatro años murieron más que en el periodo identificado como de la guerra sucia. Esta es una presidencia verdaderamente represora.

La palabra presidencial matutina, esa que descalifica, difama, denuncia sin pruebas, garantiza impunidad a los que están a favor de Andrés Manuel López Obrador y al lado del pueblo, la que acusa a la oligarquía de todos los males pasados, presentes y futuros, penetra en las aulas, en los hogares, en los lugares de trabajo, en los conciliábulos, como se filtró la voz de la Falange y favoreció la Guerra Civil en España.

Es cierto, tampoco Andrés Manuel se hizo con el poder para traer la paz, como lo constatamos día a día. Pronto, como en la citada España, este será un pueblo en guerra, donde se denunciarán padres e hijos, con la ventaja -para el poder- de que esos señalamientos hoy se multiplican por miles en las “benditas” redes sociales.

No resulta nada difícil suponer que pronto, muy pronto la Guardia Nacional actuará como la Guardia Civil del franquismo primerizo, con esa ferocidad narrada por Alicia Giménez Bartlett en Donde nadie te encuentre. Es la obsesión por demostrar que se es dueño del poder, y puede castigarse a aquellos que descreyeron del aura nacida en Macuspana.

Retomo, como lo hice al inicio del actual gobierno, una cita de Juan José Saer de su ensayo Literatura y crisis en Argentina, ahí anotó: “… La situación, que quisiera mostrarse natural, se doblega y vacila bajo el peso de sus contradicciones. Dejando de lado todas las incongruencias teóricas, políticas y morales, tales como actuar en nombre del orden anulando la Constitución, invocar a la patria a cada momento y plegarse a los designios de las potencias mundiales, decirse los campeones de la libertad y encarcelar a los particulares por sus opiniones políticas…”, no será sino el anuncio de lo que se viene, a pesar de que los mexicanos parezcan despertar y poner un hasta aquí a la desestructuración de la patria y al olvido de lo que fue un proyecto de nación. Hoy estamos ante el vacío.

Por AL PE

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