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¿Pueden las palabras ocultar la realidad? ¿Es posible modificar el concepto y uso del lenguaje, para dar cauce a lo políticamente correcto? ¿Es necesario reconceptualizar el pasado vivido para dar posibilidades a un futuro siempre incierto?

Las tres preguntas anteriores me asaltaron en cuanto mis nietos menores vieron en televisión la más reciente versión de Pinocho. Al preguntar si les gustó o no, respondieron: “Abuelo, modificaron la versión original. Resulta que el hada madrina, la estrella que baja del cielo, es hombre, negro y parece mariquita”. Son las palabras de menores de edad, y acepto que no me sentaré a confirmar lo dicho por ellos. Lo doy por válido.

Caigo en la cuenta que, en un buen porcentaje, lo políticamente correcto tergiversa la realidad. En el afán de quedar bien con todos y ser incluyentes o inclusivos, lo primero que sufre es la palabra, en su origen y pertinencia. Lo plural no margina, engloba, incluye… decir en una misma frase -y una palabra detrás de la otra- todas y todos, es una estupidez. Aspirar a la transformación de la literatura de Mark Twain para hacer inclusiva la percepción de un mundo que no lo necesitaba antes y tampoco lo requiere hoy, o eludir la palabra negro para referirse a un ser humano de ese tinte de piel, equivale a hacer oídos sordos a las actitudes a las que convocan personajes como Donald Trump, Vladimir Putin o nuestro ilustre primer jefe de la nación.

Lo políticamente correcto es una impostura, como lo es disfrazar de inclusividad los espacios de representatividad social de los grupos minoritarios, cuando entre ellos mismos y por ser de diferente origen y con distintas características, se desprecian o minusvaloran.

Matices y calibres distintos motivan su desprecio entre ellos. Es adecuado que acudan a las actividades políticas y sociales, que busquen ser incluidos y manifiesten sus ideas y exijan espacios y oportunidades, como también lo sería que se comporten de manera responsable y exigieran al gobierno, a las autoridades y a sus representantes, que transparenten su actividad, rindan cuentas y paguen impuestos.

Hacer compatible lo incompatible está cañón. Lo ideal es que nos aceptemos tal cual somos y además de tolerantes y respetuosos, aprendamos a compartir los espacios sociales y el uso correcto del idioma, para evitar la impostura de lo políticamente correcto.

Por AL PE

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